¿Liderar sin título? Carlos Sosa desafía la nueva trampa del pragmatismo vacío
El coach ontológico y autor de Liderazgo 360° analiza el riesgo de una cultura laboral que desvaloriza el estudio sistemático. Propone un liderazgo basado en la coherencia personal, el aprendizaje continuo y el compromiso con la autenticidad.
Por redacción
En un mundo laboral cada vez más acelerado, donde el valor parece medirse por la inmediatez de los resultados y el volumen de seguidores, el riesgo de caer en un pragmatismo sin profundidad es real. Las redes premian la improvisación efectiva, las empresas reclutan por habilidades blandas, y muchos jóvenes cuestionan el sentido de pasar años en un aula. En este escenario, ¿sigue teniendo valor el estudio sistemático? ¿Puede el liderazgo prosperar sin una base sólida de formación?.
Carlos Sosa, coach ontológico, conferencista y autor del libro Liderazgo 360°, no rehúye la tensión entre el conocimiento académico y la experiencia práctica. Acompaña tanto a equipos deportivos como a ejecutivos, y en todos los casos se apoya en una convicción: liderar no es una cuestión de títulos, pero tampoco es un acto espontáneo. En tiempos de superficialidad disfrazada de eficiencia, Sosa plantea una mirada crítica y necesaria.
"El pragmatismo, sin profundidad, se vuelve superficial", afirma con firmeza. Su análisis no es una defensa nostálgica de la universidad como único camino, sino una invitación a repensar el valor del aprendizaje real: ese que forma criterio, pensamiento crítico y visión estratégica. En un presente en el que el estudio parece perder prestigio frente al éxito exprés, Sosa propone no elegir entre experiencia o conocimiento, sino integrarlos.
“El problema no es el pragmatismo; el problema es la superficialidad”, explica Sosa. Para él, no basta con celebrar casos de éxito sin título. “No podemos caer en la trampa de creer que lo académico no sirve. La formación sistemática —bien orientada— desarrolla pensamiento crítico, capacidad de análisis, hábito de estudio. Eso no lo da un tutorial de YouTube”.
Sosa reconoce, sin embargo, que el sistema educativo está en crisis: “Pierde relevancia cuando se vuelve teórico, desconectado del mundo real. Pero eso no significa que el estudio no sirva. Significa que necesita transformarse”. La salida, para él, es clara: una cultura laboral sana debe “valorar tanto la experiencia como la formación, y evitar los extremos: ni intelectualismo elitista ni anti-intelectualismo pragmático”.
Cuando se le pregunta por el colapso simbólico del título universitario como promesa de ascenso social, su respuesta no elude la incomodidad: “Ese camino ya no está garantizado. Por eso, la nueva narrativa tiene que ver con el proyecto personal, no con la escalera tradicional del éxito”. A diferencia del “recibite, trabajá, comprate una casa y jubilate”, Sosa afirma que los jóvenes de hoy buscan crecer “con propósito, flexibilidad y autenticidad”.
Esa narrativa, aclara, no implica desechar el estudio, sino reconfigurarlo como parte de un proceso más amplio. “Aprender para aportar, trabajar para transformar, liderar para servir. Y entender que el liderazgo hoy no es una cuestión de cargos, sino de influencia, coherencia y compromiso con el propio crecimiento”.
Desde su mirada de coach y formador, Sosa lanza un mensaje directo a quienes sueñan con liderar, aunque no tengan un título universitario: “No te definas por lo que te falta, definite por lo que hacés con lo que tenés”. Luego enumera con precisión quirúrgica lo que considera indispensable: “Leé, entrená, buscá mentores, sumate a equipos, preguntá, observá, errá, corregí. Cultivá la escucha, la empatía, la tolerancia a la frustración”.
Pero hay un punto clave que atraviesa todo su planteo: la coherencia. “Lo que decís y lo que hacés tienen que estar alineados. Para ser influyente necesitás inspirar, y para inspirar necesitás tener una historia real, auténtica. No perfecta, sino trabajada”.