Cerrar una venta: la habilidad olvidada que define el destino de cualquier negocio

Diseñar un gran producto o desarrollar un servicio innovador tampoco es garantía de nada. Lo que realmente marca la diferencia —y define quién sobrevive y quién queda en el camino— es nuestra capacidad de vender.

Por Tino Mossu

Consultor en negocios, instructor en ventas. CEO de Factor Studios y fundador de la U. del Closer

Hace 10 horas

 

En la Argentina actual, emprender es una hazaña. Los números no mienten: la inflación erosiona el poder adquisitivo todos los meses, los costos suben más rápido que los ingresos, el consumo se retrae y la previsibilidad para cualquier tipo de negocio es prácticamente nula. En este contexto, tener una buena idea ya no alcanza. Diseñar un gran producto o desarrollar un servicio innovador tampoco es garantía de nada. Lo que realmente marca la diferencia —y define quién sobrevive y quién queda en el camino— es nuestra capacidad de vender.

 


Y cuando decimos vender, no nos referimos a publicitar o mostrar lo que hacemos. Nos referimos a cerrar una venta. A transformar la atención en decisión, el interés en acción, y las dudas del cliente en confianza. Eso es lo que cambia todo.

 


A lo largo de estos años, trabajando con miles de emprendedores y profesionales de toda América Latina, vimos un patrón que se repite una y otra vez: se subestima la venta. Se invierte tiempo y dinero en el producto, en el packaging, en el logo, en la marca… pero no se capacita al equipo para que sepa vender. No se entrena la habilidad más importante: la de convertir un “me interesa” en un “compro”. Y cuando la caja no cierra, el negocio tampoco.

 


La figura del closer aparece como respuesta a esta necesidad urgente. En mercados como el estadounidense, el closer ya es una pieza clave en cualquier estructura comercial. Pero en nuestra región todavía es una figura poco comprendida. Algunos lo confunden con un vendedor agresivo, o con alguien que manipula. Y es exactamente lo contrario: un closer es un profesional que escucha activamente, detecta deseos reales, resuelve objeciones y acompaña a la persona a tomar una decisión voluntaria y beneficiosa para ambas partes.

 


Cerramos ventas no presionando, sino conectando. No imponiendo, sino entendiendo. Y esa habilidad, que muchos creen innata, puede aprenderse. 
En este contexto tan desafiante que vivimos en la Argentina, la formación en ventas no debería ser opcional. Debería ser parte de la base educativa de cualquier persona que emprende o que lidera un negocio. Porque sin ventas no hay ingresos, y sin ingresos no hay proyecto que aguante, por más pasión o propósito que haya detrás.

 


Cerrar una venta no es un talento escondido ni un don reservado para unos pocos. Es una habilidad que se entrena, se perfecciona y, sobre todo, se necesita. Si queremos que nuestros emprendimientos crezcan, que nuestros negocios sean rentables y que nuestros equipos prosperen, tenemos que dejar de tenerle miedo a la palabra “venta” y empezar a verla como lo que realmente es: el corazón de toda actividad económica.
Y en una economía como la nuestra, aprender a cerrar ventas no es un plus. Es cuestión de supervivencia.
 

 

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