La audacia de liderar en la volatilidad: ser empresario joven en Argentina
La cultura argentina se muestra ambigua: si bien admira al emprendedor exitoso, desconfía profundamente del proceso.
Por Gonzalo Andrés Castillo
Redactor especialista en finanzas y mercado de capitales
Ser empresario en Argentina es, inherentemente, una carrera de resistencia que exige visión estratégica, velocidad y, sobre todo, una profunda resiliencia. Si a esto le sumamos la juventud, el panorama se vuelve fascinante y desafiante a partes iguales.
Los jóvenes líderes que navegan el entorno volátil que caracteriza a Argentina poseen ventajas únicas: una capacidad de adaptación rápida, la ausencia de estructuras rígidas y una conexión natural con la tecnología, la innovación y la colaboración transversal. Entre otras cosas, se animan a abordar desafíos que otros descartan por imposibles, aprovechando oportunidades con audacia.
Sin embargo, el mayor obstáculo para el empresariado joven es, a menudo, cultural. La cultura argentina se muestra ambigua: si bien admira al emprendedor exitoso, desconfía profundamente del proceso. Existe un escepticismo notable hacia quienes se atreven a liderar desde edades tempranas, lo que implica que el joven emprendedor debe trabajar el doble para ganarse el respeto y la credibilidad. Falta una cultura que realmente fomente el riesgo, que vea el error como parte integral del aprendizaje y que apueste por el largo plazo.
El liderazgo: una habilidad que se entrena
En este contexto de resistencia, las cualidades de liderazgo han evolucionado. Ya no es suficiente con “mandar”. El líder de hoy debe inspirar y alinear equipos con propósito. Las cualidades esenciales incluyen la escucha activa, la claridad estratégica, la empatía, la firmeza y una visión de futuro bien definida. Finalmente, un atributo clave, que demuestra madurez, es la humildad para aprender constantemente.
Es sumamente relevante entender que liderar no es un don innato, sino una habilidad que se entrena todos los días. Si bien ciertas características pueden estar más o menos marcadas en la personalidad, todas las cualidades necesarias para un liderazgo efectivo pueden desarrollarse mediante la conciencia, la práctica y la guía de buenos modelos de referencia.
A medida que el joven empresario madura en su rol, su enfoque de liderazgo debe evolucionar. En este sentido, el crecimiento de la empresa enseña que el verdadero liderazgo no reside en el control exhaustivo, sino en la capacidad de construir equipos sólidos y delegar con confianza. El líder se transforma de ejecutor a guía, adoptando un modelo más sistémico donde cada decisión se vincula con una estrategia mayor.
Una de las lecciones más valiosas que surgen del camino empresarial es la importancia fundamental de elegir bien a las personas. Evitar decisiones difíciles por una empatía mal entendida o confiar ciegamente sin validar puede resultar muy costoso. La enseñanza es clara: ser humano implica ser justo, no permisivo.
En la gestión de equipos diversos, especialmente en presencia de brechas generacionales, el líder eficaz debe reconocer que no todos se motivan de la misma manera. La clave radica en traducir la visión general en códigos que cada perfil pueda comprender. Con las generaciones mayores, es vital demostrar respeto y sumar valor sin imponer; con los más jóvenes, el desafío está en canalizar su energía hacia objetivos comunes. La motivación, entonces, no es uniforme, sino que se construye a través del vínculo.
Resiliencia en la crisis: propósito y ejecución
La incertidumbre inherente al emprendedurismo en Argentina requiere estrategias específicas para la gestión del estrés, dado que el estrés mal gestionado puede intoxicar al equipo. Los líderes deben priorizar lo importante sobre lo urgente, establecer límites saludables y utilizar herramientas como el deporte, la escritura o el diálogo con pares para mantener el foco. En momentos de crisis, el camino es volver siempre al propósito central, al para qué hacemos lo que hacemos, y restaurar el orden mediante una comunicación clara.
Ante este escenario, el consejo más valioso, y humilde, para otros jóvenes argentinos que aspiran a ser empresarios es simple: que empiecen. No se debe esperar el momento ideal porque no existe. El aprendizaje se da haciendo, rodeándose bien y no temiendo al fracaso. El error común que se debe evitar es querer controlarlo todo o, peor aún, no compartir el proyecto por miedo a que sea copiado. Las ideas valen menos que la ejecución. El verdadero diferencial de un proyecto reside en el equipo y en la capacidad de sostener la visión a largo plazo.
Liderar como joven empresario en Argentina es como navegar un velero en un mar siempre picado: la volatilidad exige velocidad y resistencia. Pero es precisamente la juventud, con su audacia e innata conexión a la innovación, la que tiene la capacidad única de no solo resistir, sino de trazar nuevas rutas, siempre y cuando se comprometa a entrenar el liderazgo, priorizar la justicia y rodearse de la tripulación correcta.
