Educar en finanzas es educar en libertad

La educación financiera no es un lujo para especialistas, ni un curso opcional para adultos, es una necesidad urgente que debería enseñarse desde la escuela.

Por Ariel Mamani

Inversor - Asesor - Fundador de InverArg

Vivimos en un país en donde el dólar es un tema de conversación habitual, pero el verdadero origen de su precio sigue siendo un misterio para la mayoría. Donde la inflación se debate en las mesas de los hogares, sin que muchos sepan cómo resguardar sus ingresos de sus efectos. Y donde gran parte de la población trabaja arduamente todos los días, pero persiste la sensación de que el dinero nunca es suficiente, nunca alcanza. Esto no se debe a la falta de esfuerzo, sino a la carencia de las herramientas y conocimientos necesarios.

 

En Argentina, el conocimiento financiero es notoriamente bajo. Una encuesta de la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Central de la República Argentina (BCRA) reveló que el país obtuvo un puntaje de apenas 11,5, posicionándose en el puesto 37 de 39 economías evaluadas y registrando el nivel más bajo de la región.

 

Este bajo nivel de alfabetización financiera se traduce en consecuencias directas: endeudamiento impulsivo, mala colocación de ahorros, toma de decisiones financieras motivada por el miedo o la costumbre y una sensación generalizada de estar constantemente luchando por alcanzar el dinero.

 

La educación financiera no es un lujo para especialistas, ni un curso opcional para adultos, es una necesidad urgente que debería enseñarse desde la escuela. Los chicos aprenden qué es una célula, una provincia o un verbo, pero no cómo funciona una tarjeta de crédito, qué implica pedir un préstamo o cómo armar un presupuesto familiar. Y después, salimos al mundo sin saber cómo manejar nuestro dinero, en un país donde cada decisión económica cuenta.

 

Incorporar educación financiera en las aulas no significa enseñar a “hacerse rico” ni hablar de inversiones desde el día uno. Significa enseñar dos cosas esenciales:

 

  • Cómo funciona la economía de un país (inflación, déficit fiscal, dólar, tasas de interés).
  • Cómo manejar la economía personal (ahorrar, planificar, decidir).

Cuando un adolescente entiende cómo impacta la inflación en su salario o cómo los intereses pueden hacer que una deuda se multiplique, su forma de ver el mundo cambia. Pasa de ser "víctima del sistema" a "protagonista de sus decisiones".

 

Lo que más preocupa no es solo la situación económica, sino la falta de herramientas para revertirla. La mayoría de las familias no sabe cómo organizar sus gastos, cómo generar un fondo de emergencia o cómo elegir una inversión.

 

Y ahí está la raíz del problema: sin educación financiera no hay inclusión real, porque el desconocimiento perpetúa la desigualdad. No se trata de esperar a que un político de un partido u otro nos salve, el punto es desarrollar las herramientas para uno salir adelante como individuo.

 

La educación financiera es eso, una forma de libertad. No promete que la economía del país cambie de un día para otro, pero sí que cada persona pueda tomar decisiones más inteligentes y menos impulsivas. Que cada argentino pueda mirar el precio del dólar sin pánico, entender su recibo de sueldo, planificar un gasto, o saber cuándo una deuda lo está hundiendo.

 

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?