Con las elecciones y el FMI no alcanza
¿Alcanza esto para poner fin a la baja iniciada en 2018 y comenzar, como muchos dicen, un gran bull market nacional?
Por Maximiliano Suárez
Asesor Financiero de Bull Market Securities
Desde finales de abril, el Merval medido en dólares subió un 60%. Los drivers detrás de tan vertiginosa suba han sido, inequívocamente, las elecciones y un potencial acuerdo con el FMI, pero ¿Alcanza esto para poner fin a la baja iniciada en 2018 y comenzar, como muchos dicen, un gran bull market nacional?
No caben dudas de que ambos eventos serán hitos de importancia para la historia que se esté por escribir, sobre todo pensando que esta elección podría ser trascendental en cuanto implica que el peronismo está en riesgo de perder el Senado por primera vez desde la vuelta a la democracia, y porque el actual programa con el FMI es por lejos el más grande la historia, haciendo que la renegociación del acuerdo original sea ineludible.
Ahora bien, ninguna de estas cuestiones por sí solas cambia algo de la acuciante situación que se vive por estos días. Pensar que una vez pasadas las elecciones, incluso si se llegase a un acuerdo con el FMI, mágicamente rebrotará el crecimiento económico y se solucionará el basto descalabro macroeconómico en el que vivimos es simplemente esperar un milagro. Como decía un excandidato, con fe, optimismo y esperanza. Pero con eso no le bastó a él ni tampoco le bastará al país.
Al optimismo evidenciado en el segmento de renta variable se le oponen la pesadez de los bonos soberanos y la ligereza del dólar. Luego de la reponderación que hiciera el JP Morgan para incorporar los nuevos bonos del canje de Guzmán, el Riesgo País no ha parado de subir, mientras los bonos soberanos se mantienen en paridades de entre el 30 y el 40%, cuando la mayoría de las obligaciones negociables de emisores nacionales ya cotizan sobre la par. Es cierto que la estructura de pago de los soberanos, diseñada a medida más de Alberto Fernández que de los acreedores, ensucia un poco el análisis, pero aún así, si comparamos el rendimiento que exige el mercado para unos y otros instrumentos, vemos una TIR superior al 20% para los soberanos más cortos, mientras que la mayor parte de la renta fija corporativa está en un solo dígito, muchos incluso debajo del 5%.
Esto significa lisa y llanamente que los inversores le exigen al gobierno varias veces más de lo que le exigirían a una empresa porque tienen menor convicción de que vaya a pagar. Y no es casual, puesto que el gobierno se empeña en recalcar que las deudas que Macri contrajo son impagables y que el sistema financiero mundial debe ser rediseñado completamente. A esta tarea se abocó el propio Guzmán en su reciente gira internacional, a modo simbólico, y un tanto caprichoso, quiso que el G20 incluyese un párrafo sobre la necesidad de revisar los sobrecargos que el FMI cobra a aquellos países que se excedieron en su cuota de crédito. Algo ridículo teniendo en cuenta el monto del préstamo, y que el costo financiero del mismo, incluyendo sobrecargos, fue cerca de la mitad de lo pedía el mercado allá por 2018 cuando la situación macro era una maravilla a comparación del desastre que tenemos hoy.
Y eso suponiendo que en el mercado pudiesen conseguirse semejantes cantidades de dinero fresco de un día para el otro. El préstamo con el FMI no solo ha resultado relativamente barato para la Argentina, sino que además ha tenido incluso ciertas ventajas políticas, por cuanto implica un mínimo eje de racionalidad a la agenda económica, que de no ser por el permanente escrutinio del Board, sufriría de una más aguda dominancia política de la que ya sufre actualmente. Alberto Fernández cae en un error, por ignorancia o mal asesoramiento, al sostener que el crédito fue brindado a Macri, pues en primer lugar, esto no ayuda demasiado a las ya de por sí empantanadas negociaciones con el Fondo. Pero, aún más grave, pone a las claras la irresponsabilidad supina del ejecutivo y la falta de voluntad de pago, reduciendo un crédito otorgado por un organismo supranacional a uno de sus países miembros, a un vulgar préstamo personal como los que se podrían obtener a sola firma con cualquier financiera de cuarta. Esto es un insulto al Fondo, a los acreedores y una vergüenza para todos los argentinos: nos convierte en estafadores dispuestos a recurrir a los más bajos artilugios para eludir nuestros compromisos asumidos como nación. El país debe honrar sus deudas, porque de ello depende su reputación para con el resto del mundo.
Es más, este planteo es ridículo y carente de sentido en un mundo de tasas cero e hiper liquidez. La Argentina no está sobre endeudada como dice le gobierno, en el ranking mundial de deuda como ratio del PBI, aparecemos en el puesto 39 con un índice del 75%, detrás de países como Japón (237%), Italia (133%), Portugal (119%), Estados Unidos (106%), Bélgica (99%), Francia (99%), España (96%), Brasil (90%), Canadá (88%) y el Reino Unido (85%). A priori, pareciera que de esa lista el único país con problemas con su deuda es Argentina. ¿Y por qué? Simplemente porque ningún país normal del mundo paga sus deudas en efectivo, sino que las refinancian.
Pagar las deudas es inconveniente para todos, al deudor le exige un sacrificio extra, ya que en vez de poder disponer libremente de su capital, debe entregarlo para cancelar sus pasivos, pero a los acreedores no les conviene tampoco. No se equivoquen, nadie quiere que le paguen sus préstamos, pues si el dinero vuelve queda ocioso, entonces que mejor que dar una refinanciación y seguir disfrutando de los intereses que devenga. El ahorrista quiere prestar su dinero, del mismo modo que el rentista quiere rentar sus propiedades. Por ello, los únicos que pagan cash son los bravucones que agreden y avisan que no van a pagar. Nadie le cortó el financiamiento a Japón, pese a que su deuda, comparativamente, es 3 veces mayor a la nuestra, y pese a que sus bonos rinden negativo y los nuestros son uno de los que mayor interés devengan en el mundo. No hay tasa que compense la incompetencia y la falta de voluntad, por la boca muere el pez.
En este contexto arreglar un nuevo cronograma con el FMI resulta clave, pero de nada servirá si no volvemos a seducir a los inversores para que confíen una vez más en un proyecto de país. Un buen lugar por dónde empezar es el discurso, ya que no cuesta nada más que el enojo de algunos sectores trasnochados e intransigentes. Una vez que pasen los comicios debe terminar la campaña y empezar la gestión. En segundo lugar, se deben mostrar resultados, darle independencia absoluta e incuestionable al BCRA para así recuperar el valor de la moneda y comenzar un sendero de sustentabilidad fiscal, que acompañe la baja del gasto con una reducción y unificación de impuestos, principalmente los altamente distorsivos como Ingresos Brutos, impuesto a débitos y créditos y demás cargos y tasas que asfixian el aparato productivo de nuestro país.
Aún no es tarde, a pesar de que no hay tiempo para perder. Las elecciones han mostrado ser períodos bisagra de nuestra historia, sino se actúa firme y rápidamente podríamos encaminarnos, una vez más, a una crisis de magnitud. Todos y cada uno de nosotros tiene este domingo la oportunidad de poner una boleta a conciencia en las urnas, luego le tocará a los gobernantes estar a la altura de la tarea que se les ha encomendado. El tiempo para actuar es hoy. ¡Vamos Argentina!
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