La historia de cómo la tecnología acabó con el hambre en el mundo | Dolarhoy.com

La historia de cómo la tecnología acabó con el hambre en el mundo

En el mundo de Thomas Malthus, a largo plazo, el principal impacto de una mejor tecnología es el incremento de la población.

Por Facundo Velastiquí

 

Hoy por hoy, en un mundo dominado por la tecnología, los datos y los procesos automatizados, está completamente asimilado el crecimiento exponencial de la productividad y del desarrollo. Sin embargo, no siempre fue así.

 

Para el siglo 18 y 19, el economista Thomas Malthus planteaba que un crecimiento de la población, apalancado en un constante avance tecnológico, podría generar una crisis mundial sin vuelta.

De manera muy sintetizada, Malthus sostenía que la población mundial crecía de manera exponencial (1, 2, 4, 8, 16, 32, 64…) mientras que la producción agrícola aumentaba en una progresión aritmética (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7…), haciendo inevitable el momento en que el planeta dejaría de producir alimentos suficientes para todos sus habitantes.

 

En el mundo de Malthus, a largo plazo, el principal impacto de una mejor tecnología es el incremento de la población. El escritor H. G. Wells, autor de La guerra de los mundos, escribió en 1905 que la humanidad “tan rápidamente como obtuvo los grandes avances de la ciencia, los desperdició en la mera multiplicación insensata de la vida”.

 

La teoría maltusiana, en esencia, consideraba a la gente como seres no muy diferentes de otros animales:

 

Aunque el hombre se encuentra por encima de los otros animales en cuanto a sus facultades intelectuales, no debería suponerse por ello que las leyes físicas a las que esté sujeto hayan de ser esencialmente diferentes de aquellas que prevalecen en otras secciones del reino animal

Igualmente, es justo aclarar que Malthus no fue la primera persona en tener esta idea. Años antes de que el economista desarrollara sus teorías, Richard Cantillon, un economista irlandés, había plasmado que “los hombres se multiplican como ratones en un granero sí poseen medios ilimitados de subsistencia”.

 

La lógica de Thomas Maltus se basaba en que si se daban mejoras tecnológicas que incrementaran la productividad del trabajo, tan pronto como las personas percibieran un aumento en sus ingresos, tendrían mayor número de hijos. Entonces, el crecimiento de la población continuaría hasta que los niveles de vida cayeran lo suficiente como para detener el incremento de la población. El círculo vicioso de la pobreza de Malthus fue ampliamente aceptado como inevitable.

 

Esta teoría daba una explicación del mundo en el que Malthus vivió durante el siglo 18 y 19, donde los ingresos podían fluctuar de un año a otro o incluso de un siglo a otro, pero no presentaban una tendencia al alza. Este había sido el caso en muchos países durante al menos 700 años antes de que Malthus publicara su ensayo.

 

A diferencia de Adam Smith, cuyo libro La Riqueza de las Naciones había aparecido solo 22 años antes, el libro de Malthus no ofrecía una visión optimista del progreso económico, al menos en lo que concernía a trabajadores y agricultores. Incluso si la gente tenía éxito a la hora de mejorar la tecnología actual, a largo plazo, la inmensa mayoría de la población solo ganaría con sus trabajos o granjas lo suficiente como para sobrevivir y no más.

 

Sin embargo, la realidad histórica y la evolución social demostró lo contrario. La transformación que permitió a Reino Unido, lugar de nacimiento de Thomas Maltus, evitar la trampa maltusiana, y que surtiría más adelante el mismo efecto en otros muchos países en los cien años que siguieron, es conocida como la Revolución Industrial: un florecimiento extraordinario de inventos radicales que permitieron obtener la misma cantidad de producto con menos trabajo. Las mejoras tecnológicas que se experimentaron a partir de esta revolución fueron impactantes, con impactos sociales, culturales, políticos y económicos.

 

Se puede considerar como “llamativo” a que Malthus haya plasmado su teoría durante el mismo período de la revolución industrial, y más aún, que no haya sido capaz de vislumbrar el poder transformador de la tecnología en la agricultura. Justamente, fueron la mecanización y estandarización consiguiente de los procesos industriales los que trajeron a las nuevas fábricas de las ciudades y, por consiguiente, a una ingente masa de trabajadores (el nuevo proletariado) que no podía provenir de otro sitio más que del campo, mermando así la mano de obra agraria y encareciendo en términos relativos la misma.

 

La influencia de la tecnología.

Solo 6 años después de la muerte de Malthus, el estadounidense Cyrus McCormick lanzaba su exitosa máquina segadora, que reducía las necesidades de mano de obra para la recolección del trigo y acortaba el tiempo de siembra. Este adelanto animó a los agricultores a ampliar sus plantaciones, dando lugar a un rápido crecimiento de las cosechas de grano. Y, de paso, rompiendo la progresión aritmética de Malthus.

 

Luego vinieron la selección de semillas, la revolución verde de Norman Borlaug, y actualmente una combinación de técnicas de manejo, acortamiento de los ciclos de selección, reducción de desperdicios, cierre de ciclos y bioeconomía. En resumen, la capacidad de la agricultura para escapar de la trampa maltusiana parece estar garantizada a corto y hasta a medio plazo por un conjunto de tecnologías ya disponible.

 

Los avances tecnológicos incrementaron la cantidad que una persona podía producir en un determinado tiempo (productividad). Estos avances permitieron que los ingresos aumentaran, incluso a medida que la población también iba creciendo. Siempre y cuando la tecnología continuara mejorando con la suficiente rapidez, estas otras mejoras podrían exceder el crecimiento de la población, resultado de las mejoras en los ingresos. En consecuencia, los niveles de vida podrían subir. Al cabo de bastante tiempo, la gente empezaría a preferir familias más pequeñas, incluso cuando ganasen lo suficiente como para permitirse alimentar a muchos niños. Esto fue lo que ocurrió en Reino Unido y después en muchas partes del mundo.

 

La revolución tecnológica permanente implica que el modelo maltusiano ya no es una descripción razonable del mundo. El nivel de vida promedio aumentó de forma acelerada y con efectos permanentes después de la revolución capitalista.

Así pues, ahora tenemos una posible explicación de la sección larga y plana del palo de hockey. Con cierta periodicidad, los seres humanos inventan mejores maneras de hacer las cosas, tanto en la agricultura como en la industria, y esto lleva a los consiguientes aumentos de los ingresos de agricultores y empleados por encima del nivel de subsistencia.

 

Sin embargo, no debemos perder de vista que aunque globalmente parece que el peligro está conjurado, lo cierto es que existen aún riesgos locales importantes. El modelo de desarrollo económico dominante con el mercado como principal mecanismo de asignación de rentas y distribución de productos, genera puntos ciegos que tienden a quedar en los márgenes de dicho sistema. Tampoco podemos descuidar que un suceso exógeno, o la superación de algún umbral crítico, provoquen un cambio climático global acelerado que deje nuestra capacidad de reacción superada de forma temporal.

 

Hasta ahora, la tecnología nos ha redimido, pero el ser humano como especie debería comenzar a plantearse seriamente cuáles son los límites de su propio crecimiento. En todos los ecosistemas hay una capacidad de carga del medio, y esta no es infinitamente creciente en un mundo físico en el que existe la entropía y los recursos son cada vez más escasos.