Guerra arancelaria entre Brasil y EE.UU.: cómo afecta a la Argentina
No se trata sólo de un conflicto entre gigantes: las derivaciones impactarían directamente en el Mercosur, en las exportaciones del país, en la estabilidad cambiaria y en las expectativas de los inversores.
Por Agustín Bilinskis
Regional Manager Latam de VT Markets
En tiempos de tensiones comerciales globales, una posible guerra arancelaria entre Brasil y Estados Unidos tendría efectos concretos en la economía argentina. No se trata sólo de un conflicto entre gigantes: las derivaciones impactarían directamente en el Mercosur, en las exportaciones del país, en la estabilidad cambiaria y en las expectativas de los inversores.
Brasil, el termómetro del Mercosur
Brasil es el principal socio comercial de Argentina y la economía más grande del bloque regional. Si Estados Unidos impone aranceles a productos brasileños, como commodities agrícolas, acero o bienes industriales,, el gigante sudamericano podría verse forzado a redirigir sus exportaciones hacia otros destinos. Entre ellos, naturalmente, los países del Mercosur.
Esto implicaría una mayor competencia en sectores clave para Argentina, como alimentos procesados, acero o maquinaria. Al mismo tiempo, si Brasil responde con contramedidas arancelarias, el flujo comercial bilateral con EE.UU. se vería afectado, generando distorsiones de precios y una mayor incertidumbre económica para la región.
Un deterioro en la economía brasileña también impactaría en la demanda de productos industriales argentinos, como autos, autopartes o trigo, sectores que dependen en buena parte del mercado brasileño.
Argentina, en la línea de fuego
Una guerra comercial entre grandes potencias siempre agrava la volatilidad financiera global. Para países emergentes como Argentina, esto significa más presión sobre el tipo de cambio, aumento del riesgo país y menor margen de maniobra para sostener la estabilidad macroeconómica.
Aunque en algunos sectores puntuales, como soja o carne, Argentina podría beneficiarse si Brasil pierde acceso al mercado estadounidense, la realidad es que las limitaciones logísticas y productivas actuales dificultan una rápida capitalización de esas oportunidades.
¿Se puede sostener el dólar con déficit comercial?
La respuesta es clara: no en el mediano plazo. Un déficit comercial implica que el país demanda más divisas de las que genera. Esto lleva a pérdida de reservas, presión sobre el mercado informal y necesidad de financiamiento externo para sostener el tipo de cambio.
En este contexto, intentar mantener un dólar “planchado” sin corregir los desequilibrios estructurales puede derivar en una apreciación artificial del peso, pérdida de competitividad y, eventualmente, una devaluación abrupta.
El FMI, ¿solución o parche?
Adelantar fondos del FMI para evitar una devaluación es una opción técnicamente posible, pero políticamente compleja. Cualquier desembolso extraordinario requiere renegociación de metas, condiciones y garantías de sostenibilidad fiscal y monetaria.
Si Argentina no muestra señales claras de orden macroeconómico, difícilmente aprueben nuevos giros. Y aun si lo hiciera, se trataría de un alivio temporal. Sin reformas estructurales ni generación genuina de divisas, cualquier auxilio externo solo sirve para ganar tiempo.
La economía argentina, con su delicado equilibrio cambiario y su histórica dependencia del comercio con Brasil, no puede ignorar los efectos colaterales de una guerra arancelaria entre sus dos principales socios. En un mundo cada vez más fragmentado, la interdependencia regional se vuelve un factor clave, y Argentina necesita estar preparada para escenarios de mayor incertidumbre global.