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Inversión|27 de abril de 2021

¿Por qué invertir?

Por Mario Cape

Inversor y escritor de las obras “El Inversor de Bolsillo argentino” y “El Inversor de Bolsillo Dos – Invirtiendo cómo los que saben”

 

Hay muchas personas que se plantean esa pregunta. No lo consideran necesario. Creen que con su sueldo pueden sobrevivir, irse de vacaciones, darse algunos gustos, y con eso se conforman. Sin embargo, hay algo en lo que no están pensando. Se lo puede definir como “Riesgo”.

 

¿Qué es el riesgo? Se lo define de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española como “contingencia o proximidad de un daño”. Es decir que si algo tiene riesgo, puedo sufrir un daño, un problema. Podríamos decir que el antónimo, o palabra opuesta, sería “seguridad”. Ahora bien, ¿Qué podemos decir sobre tener un trabajo? ¿Es seguro, o tiene un riesgo? Por un lado, uno podría afirmar que es seguro ya que a fin de mes tendremos una cifra de dinero que ya conocemos depositada en nuestra cuenta bancaria, tendremos un horario que cumplir, los vaivenes de la economía no nos afectan en primera instancia, etc. Pero por otro lado, sí que hay riesgos. Que nos despidan es una posibilidad, sin importar los años que llevemos en la compañía. Peor aún, podría quebrar la empresa y eso significaría esperar una eternidad para cobrar la indemnización, si es que algún día la cobramos. 

 

Puede que alguien insista en que ser empleado no tiene riesgos. Después de todo, si me despiden, puedo encontrar otro trabajo. Eso es cierto, pero hay que plantearse que pasaría si uno no lo encuentra. Sigue buscando, pasan semanas, meses…y no surge nada. La indemnización podría parecer interminable cuando se cobra, pero créame que si no es bien administrada se puede ir en muy poco tiempo. Y ahí estaría en una situación desesperante. Por lo tanto, la conclusión que se puede obtener es la siguiente:

 

El riesgo de tener un trabajo radica en la posibilidad siempre existente de perderlo, y no contar con otro medio de supervivencia alternativo.

 

Pero hay otro riesgo  que conlleva ser empleado que quizás no nos demos cuenta: dependemos de dos fuerzas para poder trabajar, que si no las tenemos sería imposible. Estas son el tiempo y la salud. Pasamos un tercio de nuestro día trabajando, lo cual es mucho tiempo.

 

Dependemos de la salud también ya que si algo nos pasara, como algún accidente o enfermedad, no podríamos continuar. Es cierto que las leyes laborales protegen al trabajador de estas circunstancias, pero no deberíamos confiarnos.

 

En vista de estas realidades, para que su trabajo deje de tener riesgo, debe encontrar ingresos alternativos. Que en un principio, por lo menos, le permita cubrir gastos indispensables como el alimento, vivienda, etc. En este punto es donde ingresa el terreno de la inversión. Hacer que su dinero genere dinero.

 

¿No es riesgoso invertir?

La respuesta es sí. Tiene riesgos. Pero podríamos preguntarnos, ¿hay algo en esta vida que no tenga riesgos? ¿No es riesgoso tener un trabajo donde de un día para el otro lo puedan despedir? ¿No corre riesgo saliendo a la calle, sabiendo que delincuentes, asesinos, o conductores imprudentes pueden lastimarlo o matarlo? ¡Por supuesto! No voy a dar más ejemplos, creo que se entendió el punto. Toda actividad humana conlleva la posibilidad de falla, ya que el humano es imperfecto y todas las cosas que haga también lo son.

 

La solución que el hombre ha encontrado a su naturaleza imperfecta se define con una palabra muy interesante: contingencia. Como no se puede evitar que cosas malas sucedan, se recurre a esto, que en definitiva es lo que denominamos un “plan B”. Cotidianamente lo hacemos. ¿Por qué todos los autos vienen con cinco ruedas si solo usan cuatro? La quinta es la de auxilio, un plan de contingencia por si se nos pincha o rompe una. ¿Por qué se colocan luces de emergencia en edificios o casas? Por si se corta la luz, para poder tener un plan B.

 

En sentido financiero también se debe contar con un plan de contingencia. Es una posibilidad real que usted pierda el trabajo. Es una posibilidad que usted o alguno de sus seres queridos se enferme y necesite un tratamiento u operación muy costosa. Debe contar con medios para resolver esas contingencias. De no hacerlo, estaría siendo egoísta, ya que estaría esperando que aparezca algún familiar o amigo para que lo salve de la situación difícil que debió anticipar.

 

Consúltele a su almohada, y páguele a su colchón

Toda persona que recién empieza a pensar en invertir puede sentir infinidad de dudas. Sin embargo, el primer paso puede que ya lo haya dado. Este paso es el ahorro. Destine una cantidad con este fin todos los meses. Podría implementar el método del “diezmo”. Cuando usted cobre, en ese mismo momento, páguese a usted mismo el diezmo, el 10%. Haga de cuenta que ese dinero nunca lo recibió. Use el método que más resultado le dé: escóndalo debajo de su almohada, en el colchón, un chanchito, alcancía… lo que sirva para que usted se olvide de ese dinero.

 

Pero claro, puede ser que usted no esté llegando a fin de mes y le parezca un tanto utópico poder hacerlo. En la segunda sección encontrará maneras para poder ahorrar más. Pero por ahora, no se preocupe. Limítese a apartar ese dinero. El 10% es una medida conservadora, si usted puede ahorrar más, mucho mejor. Si le resulta sumamente imposible, pruebe con menos, con un 5% alcanzará para empezar.  Si posteriormente logra un ahorro superior, podrá ponerse objetivos más ambiciosos en menos tiempo. 

 

Seguramente va a sentir la tentación de gastar ese dinero. Cuando vea propagandas en la calle o en la TV, es altamente probable que piense que necesita esa nueva cartera, ese nuevo celular, o ese nuevo pantalón. No le sugiero que viva una vida de privaciones, pero aténgase a su presupuesto. Si definió que el 10% deberá ahorrarlo, no lo use por nada en el mundo. Y no cuenta ahorrar ese dinero para comprar un auto o para las vacaciones. Ese dinero no es para una inversión. Olvídese de destinar dinero de ahorro para esa clase de cosas. Sí puede hacerlo del otro 90%, pero ese 10% véalo como algo sagrado.

 

Ahora hay que pensar en qué hacer con ese dinero separado. Quizás lo primero que se le ocurra es tenerlo en efectivo en su casa. Otra alternativa es dejarlo en su caja de ahorro, donde generalmente cobra su sueldo cada mes. Pero estas opciones tienen sus riesgos.

 

Ahorros inactivos son ahorros perdidos

Lamentablemente el ahorro tiene dos grandes enemigos. El primero, que principalmente afecta a quienes guardan dinero en efectivo, es la posibilidad del robo. Desde el comienzo de la historia de la humanidad ha habido personas amigas de lo ajeno, y que su función ha sido quitarle lo que a uno le ha costado tanto trabajo y esfuerzo. Ninguna casa es segura en un 100%, por más vigilancia o puertas blindadas que tengamos.

 

El segundo enemigo es aún más peligroso. Porque en cuanto al robo, salvo que vivamos en un vecindario muy peligroso, son mayores las probabilidades de que no nos ocurra nada. Pero en cuanto a este segundo enemigo…¡Las probabilidades de ser víctimas son del 100%!

 

Estamos hablando de la inflación. Dicho en términos sencillos, y sin entrar en discusiones extensas sobre las causas, se trata de un proceso que determina que a lo largo del tiempo con la misma cantidad de dinero de una determinada moneda puedo comprar menos cosas. Por ejemplo, puede ser que recordemos que en la década de los 90 una botella de gaseosa grande salía alrededor de $1,50. Si hubiésemos guardado esa cantidad de dinero hasta la fecha de hoy, nos lamentaríamos al saber que no existen productos que se puedan comprar con ese monto. De hecho esa misma botella supera holgadamente los $150. Si de acá a unos años vuelve a releer esta nota, enseguida se va a dar cuenta que quedó desactualizada. La botella va a salir mucho más, 200, 300… ¡vaya uno a saber!  Por lo tanto podemos decir que si guardamos el dinero en pesos argentinos en 20 años habremos perdido alrededor del 99% de lo ahorrado… una verdadera estafa, por dónde lo queramos ver.

 

Una solución que muchos han pensado es la de refugiarse en monedas que creen más seguras como por ejemplo el dólar estadounidense (todo un clásico argentino). Es cierto que este no ha sufrido las mismas devaluaciones que la moneda argentina u otras latinoamericanas, pero no por eso significa que no pierda su valor. De hecho un estudio revela que si usted hubiese guardado un dólar norteamericano por los últimos cien años, ahora tendría ¡sólo 4 centavos! Cuando mire alguna película que tenga muchos años, preste atención a los carteles de los negocios, y se sorprenderá las cosas que se podían hacer 100 años atrás con sólo 5 centavos de dólar.

 

Por otro lado, la moneda argentina tiende a tener bruscas devaluaciones para luego pasar por etapas cortas de apreciación, y luego una devaluación lenta. Esto ocurrió en el 2002, cuando el dólar llegó a 4 pesos para luego bajar a 2,80 en Julio de 2003, y quedarse en valores similares por años. Le tomó 8 años volver a llegar a los 4 pesos: para ser más exactos, recién en Noviembre de 2010 alcanzó ese valor.

 

Es evidente que el ahorro es un muy buen primer paso, pero quedarse con eso, no alcanza. Una buena práctica es mantener ahorros líquidos (que se pueda obtener el dinero rápidamente) correspondientes a nuestros gastos de 6 meses aproximadamente para tenerlos a disposición en caso de tener alguna emergencia. Esto significaría dejarlos en un depósito en plazo fijo, caja de ahorro o de seguridad, o sencillamente en efectivo. Pero para poder seguir adelante, necesitará invertir el excedente a ese ahorro. Al menos ahora, ya puede tener la motivación necesaria para adentrarse en el mundo de la inversión.