La inflación en EE:UU subió a 2,7% anual en agosto y se aleja de la meta de la Fed
El índice PCE, el indicador preferido por la Reserva Federal, marcó su mayor nivel desde febrero. El repunte encendió las alertas del mercado, que teme que los aranceles de Trump posterguen un recorte de tasas.
Por Eric Nesich
Periodista especializado en Economía y Finanzas
La economía norteamericana volvió a mostrar señales de presión inflacionaria. Según informó este viernes el Departamento de Comercio, el Índice de Precios del Gasto en Consumo Personal (PCE) —la referencia que más sigue la Reserva Federal (Fed) para medir la inflación— registró en agosto un aumento interanual del 2,7%, el nivel más alto desde febrero.
El dato implica un avance de 0,1 puntos porcentuales respecto a julio, cuando la inflación había sido del 2,6%, y vuelve a ubicar a los precios por encima del objetivo del 2% que la Fed considera consistente con una economía estable.
En términos mensuales, los precios subieron 0,3% en agosto, una aceleración frente al 0,2% de julio. La inflación subyacente, que excluye los precios más volátiles como alimentos y energía, se mantuvo estable en 2,9% anual, lo que indica que las presiones inflacionarias persisten en los sectores más sensibles al consumo interno.
Los datos se ubicaron en línea con lo esperado por los analistas, según una encuesta publicada por MarketWatch, aunque reforzaron la idea de que la desinflación se está desacelerando y que el camino hacia la meta del 2% podría ser más largo y complejo de lo previsto.
Para la Reserva Federal, el panorama se complica. Si bien el mercado laboral muestra signos de enfriamiento y la actividad manufacturera continúa débil, los precios no terminan de converger al objetivo, lo que podría obligar al organismo a mantener las tasas de interés altas por más tiempo.
A la vez, las medidas comerciales impulsadas por la administración de Donald Trump —que incluyen nuevos aranceles sobre productos importados, especialmente los provenientes de China y México— podrían empujar los precios aún más arriba en los próximos meses. Estos impuestos, al encarecer los costos de producción, se trasladan en parte al consumidor final, generando un efecto inflacionario adicional.
Los mercados financieros reaccionaron con cautela tras conocerse el informe. El rendimiento de los bonos del Tesoro a 10 años se mantuvo firme, mientras que el dólar se apreció levemente frente a las principales divisas. Los operadores interpretan que la Fed no tiene margen para flexibilizar su política monetaria y que el tono “duro” se mantendrá en las próximas reuniones.
Por su parte, el consumo —que representa casi dos tercios del PIB estadounidense— se mantiene sólido, impulsado por un mercado laboral aún dinámico y un nivel de ahorro que, aunque en retroceso, sigue sosteniendo el gasto. Pero el riesgo es que la persistencia de una inflación superior al 2% termine erosionando el poder adquisitivo de los hogares y enfriando el crecimiento en el cierre del año.
La suba del PCE a 2,7% confirma que el proceso desinflacionario está perdiendo impulso. Aunque el ritmo de aumento sigue moderado en comparación con los picos de 2022, el regreso de presiones en rubros sensibles y la estabilidad de la inflación subyacente sugieren que la inflación está lejos de lo que la Fed desearía.
A esto se suma un contexto político que no ayuda: los aranceles de Trump, si bien buscan proteger la producción doméstica, ponen presión sobre los precios internos, algo que podría volverse un dolor de cabeza si el ciclo de crecimiento se desacelera.
En este escenario, la Fed queda atrapada entre el riesgo de sofocar la economía con tasas altas o aflojar demasiado temprano y permitir un rebrote inflacionario. La decisión, lejos de ser técnica, se convierte en un delicado equilibrio político y financiero, en un año donde la estabilidad de los precios será clave para la credibilidad del banco central y para el rumbo económico de Estados Unidos