La importancia del Oro desde sus comienzos hasta hoy | Dolarhoy.com
Oro|14 de febrero de 2022

La importancia del Oro desde sus comienzos hasta hoy

En este primer artículo de esta nueva serie, repasamos en qué consistía el patrón oro y cuáles eran sus principales virtudes, para así comenzar a entender mejor de dónde vienen los problemas actuales.

Por Simón Salas Seeber

 

Murray Rothbard fue un intelectual y excelso ensayista sobre temas económicos, políticos y hasta filosóficos. Estudiante en Columbia University, se enfocó, entre tantas otras cosas, en teoría monetaria, en gran parte inspirado por Ludwig von Mises, el doctor economista austríaco.

 

 

"Para entender el caos monetario actual, es necesario rastrear brevemente los desarrollos monetarios internacionales del siglo XX, y ver cómo cada conjunto de intervenciones inflacionistas poco sólidas se ha derrumbado por sus propios problemas inherentes, sólo para preparar el terreno para otra ronda de intervenciones".

 

 

El autor está convencido de que es imposible entender los asuntos públicos de nuestro tiempo sin entender el dinero y su destrucción. Según Rothbard, la historia del orden monetario mundial del siglo XX puede dividirse en nueve fases, y en esta serie de artículos que comienza hoy, planeamos desglosar cada una de ellas.

 

Fase 1: El patrón oro clásico (1815-1914)

Durante el siglo diecinueve y principios del veinte, el mundo estuvo regido por el patrón oro. Esto significaba que cada moneda nacional (el dólar, la libra, el franco, etc.) no era más que un nombre para un peso determinado de oro. El "dólar", por ejemplo, se definía como 1/20 de una onza de oro, la libra esterlina como algo menos de 1/4 de una onza de oro, y así sucesivamente.

 

Esto se traduce en tipos de cambio fijos entre las distintas monedas nacionales, "no porque estuvieran controlados arbitrariamente por el gobierno, sino del mismo modo que una libra de peso se define como igual a dieciséis onzas" aclara Rothbard. La estabilidad en la unidad de medida es a todas luces una de las principales ventajas de esta metodología, y estos beneficios se extendían a lo largo del mundo.

 

Murray reconoce cómo este patrón fue fundamental en el éxito de la economía, y especialmente la de los Estados Unidos: "Hemos tenido un patrón de oro o, al menos, un dólar único con todo el país, y no hemos tenido que sufrir el caos de que cada ciudad y barrio emitiera su propia moneda, que luego fluctuaría con respecto a las monedas de todas las demás ciudades y barrios".

 

 

"El siglo XIX vio los beneficios de una moneda única en todo el mundo civilizado. Una sola moneda facilitó la libertad de comercio, de inversión y de viajes en toda esa zona comercial y monetaria, con el consiguiente crecimiento de la especialización y la división internacional del trabajo".

 

 

Hay que resaltar, aclara el ensayista, que el oro no fue seleccionado arbitrariamente por los gobiernos para ser el patrón monetario, sino que venía siendo "el mejor dinero" durante muchos siglos, por el deseo que suscitaba en los seres humanos, por su escasez, durabilidad y dificultad de extracción, entre otras virtudes; "sobre todo, la oferta y la provisión de oro estaban sujetas únicamente a las fuerzas del mercado, y no a la imprenta arbitraria del gobierno" dispara Rothbard.

 

Guardián de la inflación

Una de las características que más agradaban a Rothbard del patrón oro internacional era que proporcionaba un "mecanismo de mercado automático para controlar el potencial inflacionista del gobierno y para mantener en equilibrio la balanza de pagos de cada país", problema habitual en estos tiempos.

 

El autor, citando al filósofo y economista David Hume, expone cómo este patrón oro velaría por la inflación: "si una nación, por ejemplo Francia, infla su oferta de francos papeleros, sus precios suben; el aumento de los ingresos en francos papeleros estimula las importaciones del extranjero, que también se ven estimuladas por el hecho de que los precios de las importaciones son ahora relativamente más baratos que los precios en el país".

 

Al mismo tiempo, continúa, "los precios más altos en el país desalientan las exportaciones al extranjero; el resultado es un déficit en la balanza de pagos, que debe ser pagado por los países extranjeros que cambian los francos por oro. La salida de oro significa que Francia debe acabar contrayendo sus francos de papel inflados para evitar la pérdida de todo su oro. La contracción hace bajar los precios en el país y genera un superávit de exportación, con lo que se invierte la salida de oro, hasta que los niveles de precios se igualan en Francia y también en otros países".

 

Son claros, pues, los limites que impone el oro a la arbitrariedad de los gobiernos, ya que la emisión que estos podían llevar a cabo estaba determinada por la cantidad de oro que lo respaldaba, tomando el papel así de "juez regulador". Es por eso que los liberales clásicos, como Rothbard, argumentan que lo mejor para la sociedad es que el dinero vuelva a ser del mercado, no del Estado.

 

Rothbard finaliza este capítulo afirmando que "aunque el patrón oro clásico del siglo XIX no era perfecto, y permitía auges y caídas relativamente menores, nos proporcionó, con mucho, el mejor orden monetario que el mundo ha conocido, un orden que funcionaba, que evitaba que los ciclos económicos se descontrolaran y que permitía el desarrollo del libre comercio, el intercambio y la inversión internacionales".