Un Papa verde, un continente en disputa: la influencia moral de la Iglesia en la agenda ambiental latinoamericana

León XIV tensiona el statu quo productivo con una prédica ambiental que, si bien carece de poder legislativo, está lejos de ser inofensiva. En América Latina, donde los recursos naturales están en el centro del tablero geopolítico, este giro “verde” puede generar chispazos entre gobiernos, empresas y comunidades.

Por redacción

Lunes 19 de mayo del 2025 a las 3:00 pm

 

Por momentos parece una contradicción: una institución milenaria, jerárquica y conservadora, transformada en faro de conciencia ecológica global. Sin embargo, desde la publicación de Laudato Si’, el Vaticano ha puesto el foco sobre la crisis climática, convirtiéndola en un imperativo ético y moral. Francisco, y ahora su sucesor León XIV, tensionan el statu quo productivo con una prédica ambiental que, si bien carece de poder legislativo, está lejos de ser inofensiva. En América Latina, donde los recursos naturales están en el centro del tablero geopolítico, este giro “verde” puede generar chispazos entre gobiernos, empresas y comunidades.

La prédica papal ha logrado incomodar a actores tradicionales. “Francisco incomoda el discurso económico hegemónico con un lenguaje fuerte, pero en la práctica ese discurso es aún más simbólico que disruptivo frente a los intereses materiales establecidos”, analiza Marcelo Kusznierz, especialista en medio ambiente y presidente de la Cámara Santafesina de Energías Renovables. Las palabras del Papa sobre el litio como un “nuevo colonialismo” resonaron con fuerza, incluso provocando respuestas institucionales como la de la Cámara Argentina de Empresarios Mineros, que respaldó “una minería limpia y sustentable”. Pero en paralelo, Argentina concedió nuevas licencias petroleras por US$12.900 millones en Vaca Muerta. La distancia entre la ética y la geopolítica parece mantenerse intacta.

El nuevo Papa, León XIV, ha dejado clara su voluntad de profundizar esa línea. “De las palabras a la acción”, exigió como cardenal en un seminario en Roma, reclamando que la enseñanza de Francisco se traduzca en políticas públicas concretas. Su enfoque une justicia social, cuidado ambiental y crítica al modelo económico que “coloca el beneficio por encima de la dignidad humana”.

Para Kusznierz, la influencia de la Iglesia se expresa como soft power. “Puede inspirar debates más éticos —respeto al agua, derechos indígenas— y apoyar iniciativas renovables, pero no sustituir la diplomacia o los tratados”, apunta. En efecto, el mensaje papal ha servido para legitimar voces disidentes: redes eclesiales como Iglesias y Minería dan respaldo moral a comunidades originarias y proyectos de transición energética. Sin embargo, las decisiones de fondo siguen en manos de Estados y corporaciones.

En esa tensión aparece una paradoja: una Iglesia muchas veces reacia al cambio en temas sociales, impulsando transformaciones profundas en materia ambiental. Pero para Kusznierz no hay contradicción. “Este giro no es un rompimiento con el dogma, sino una expansión del mandato evangélico hacia la justicia ecológica”, explica. De hecho, la doctrina social católica ya incluía referencias a la creación como don divino. Laudato Si’ y Laudate Deum sólo profundizan esa línea, alineándose incluso con las críticas de movimientos ecologistas.

La pregunta inevitable es si este nuevo liderazgo tendrá impacto real. Las señales son mixtas. “Los gestos eclesiásticos son necesarios para visibilizar urgencias, pero por sí solos no revierten las decisiones económicas profundas”, advierte Kusznierz. Las concesiones energéticas se siguen otorgando, los subsidios a combustibles fósiles permanecen, y las leyes de fondo, como la de biocombustibles, se debilitan sin mayor debate público.

Incluso en el plano diplomático, los mensajes papales generan fricción. “Un Papa verde puede apoyar diplomáticamente a líderes latinoamericanos en foros globales, lo cual tensiona tratados existentes”, afirma Kusznierz. Al denunciar un “colonialismo del litio”, el Vaticano respalda a los países de la región que buscan renegociar condiciones o exigir regulaciones más estrictas, lo cual choca con las expectativas de las potencias extractoras.

Frente a este escenario, Kusznierz no duda en hacer una recomendación concreta: “Si tuviera la oportunidad de hablar con el nuevo Papa, le diría que convierta su influencia moral en acciones estructurales”. Propone que la Iglesia se comprometa con una diplomacia climática eclesial, que actúe en foros internacionales exigiendo compromisos concretos, que condicione su aval espiritual a garantías ambientales y que fomente inversiones limpias desde el propio Vaticano.

La esperanza está puesta en la primera encíclica de León XIV, a quien Kusznierz describe como “un Papa de varios mundos”. Nacido y formado en EE.UU., con una misión agustiniana en Perú y experiencia de gestión vaticana, su perfil podría conjugar pragmatismo, espiritualidad y visión global. “¿Podrá reinterpretar la Rerum Novarum para los tiempos actuales, con IA, guerras y desigualdad?”, se pregunta Kusznierz. “Tenemos la esperanza de que así será”.

 

¿Quiere recibir notificaciones de alertas?