El ancla proteccionista del Mercosur
Cada vez más países de la región abrazan la idea de integrarse al mercado mundial, pero en Argentina seguimos prefiriendo el modelo de sustitución de importaciones, que permite al productor nacional cazar dentro del zoológico.
Por Nahuel Lozano
Trader de análisis técnico - Experto en el Mercado de Capitales del IAMC
La pasada, fue una semana en la que la dirigencia política volvió a confundirnos profundamente con un pensamiento contradictorio y una clara escases de sentido común. Mientras que el 24 de marzo se conmemoró lo sucedido durante la última dictadura militar, también se decidió retirar a Argentina del grupo de Lima, lo que se puede traducir como un espaldarazo al dictador venezolano, Nicolás Maduro. Pero el país volvió a dar un paso polémico y contradictorio en su política exterior en el marco de la celebración por los 30 años de la fundación del Mercosur. En dicha reunión, el presidente argentino, Alberto Fernández se cruzó con su par uruguayo, Luis Lacalle Pou, después que el charrúa pusiera en evidencia su intención de avanzar en medidas de flexibilidad en cuanto a tratados comerciales con países que no pertenezcan al bloque del Mercosur.
Los primeros pasos hacia la flexibilización del bloque los propició Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, que en reiteradas oportunidades dejó en claro su postura a favor de la incorporación de acuerdos bilaterales con otras economías del mundo. En una muy acertada exposición, remarcó la necesidad de revisar las tasas del “Arancel Externo Común del Mercosur”, un texto de más de 1.400 páginas donde se enumeran los aranceles correspondientes a cada uno de los productos que ingresan a cualquiera de los países miembros. Dichos aranceles, impiden que sea una opción importar productos de países externos al bloque, y benefician a los productores locales que venden productos de menor calidad y con sobre precio, algo parecido a permitirles cazar dentro de un zoológico.
En sintonía con Bolsonaro, Luis Lacalle Pou compartió su postura a favor de dotar de una mayor flexibilidad al bloque. “Obviamente que el Mercosur pesa, obviamente que su producción pesa en el concierto internacional, lo que no debe y no puede ser es que sea un lastre” argumentó el presidente uruguayo. “No estamos dispuestos a que sea un corset del que nuestro país no pueda moverse” agregó. Por su parte, Alberto Fernández no dejó pasar por alto los dichos del uruguayo y arremetió: “Si nos hemos convertido en una carga, lo lamento. No queríamos ser una carga para nadie. Una carga es algo que hace que a uno lo tiren de un barco y lo más fácil es bajarse del barco si la carga pesa mucho. Terminemos con esas ideas que ayudan tan poco a la unidad. No queremos ser lastre de nadie, si somos un lastre, que tomen otro barco, pero lastre no somos de nadie. Para mí es un honor ser parte del Mercosur”.
Haciendo un paralelo con las palabras del presidente argentino, podríamos decir que Brasil y Uruguay son las velas y los motores del barco Mercosur, que intenta zarpar hacia el Atlántico en busca de otros mercados, mientras que Argentina se convirtió en el ancla proteccionista que frena cada intento por integrar a América Latina al mercado mundial.
El Mercosur sirvió para que los países miembros tengan una mayor vinculación a nivel negocios dentro de la región. Los miembros se benefician de los nulos aranceles para poder acceder a la demanda de productos y servicios que significa el mercado brasilero, que tiene el mayor PBI de la región. Desde su puesta en marcha en la década del 90’, el Mercosur posibilitó que se puedan dar los primeros pasos en avances diplomáticos con fines comerciales entre países de la región. Fue pensado para conectar comercialmente a los cuatro socios (el quinto es Venezuela, que está suspendido por tiempo indeterminado), pero también es una barrera a la hora de vincular a estos países con los mercados fuera del bloque, ya que el arancel comercial con dichos mercados es muy alto. Si bien hay negociaciones para que el Mercosur actúe como una plataforma que permita comercializar con otros países y bloques del mundo, la más importante con la Unión Europea, aún no se han cerrado estos acuerdos y que Argentina se encuentre reticente a la idea de incorporarse a otros mercados mundiales lo demora aún más.
Es hora de dar vuelta la página y permitir una renovación del Mercosur, una actualización. Brasil, que cuenta con la economía más grande de la región, está sosteniendo la bandera de la flexibilización, lo que propicia un momento ideal para apoyar su moción y seguirlos hacia la apertura económica del bloque. Los presidentes de Uruguay y Paraguay, coinciden con la visión de Bolsonaro, pero encuentran reticencias en el presidente argentino, que tiene una concepción mucho más proteccionista del Mercosur. Hoy en día, cualquier experiencia regional que no se vincule con el resto del mundo queda obsoleta. No se puede desaprovechar la oportunidad que nos brinda un acuerdo como el del Mercosur y la Unión Europea, ya que es la puerta a un mercado con una gran demanda y con consumidores de alto poder adquisitivo. Esto beneficiaría a las economías de los países miembros pudiendo aumentar la cantidad de exportaciones y accediendo a productos extranjeros de mejor calidad. Pero el conflicto tampoco es nuevo. En abril de 2020, los países miembros ya habían avanzado en una serie de tratados de libre comercio con países como Corea del Sur y Canadá, pero Alberto Fernández decidió retirar unilateralmente a la Argentina del pacto, generando un antecedente inédito en la historia del Mercosur.
Mientras Fernández se enfrenta a otros presidentes en las reuniones del Mercosur, los ciudadanos argentinos cada vez nos preocupamos más por el futuro de nuestra economía. Tenemos un riesgo país escandalosamente alto, lo que nos deja sin chances de financiación genuina en los mercados de capitales. El gobierno parece más preocupado por congelar los indicadores económicos para poder llegar a las elecciones de medio término sin un estallido social, que por intentar arreglar los problemas estructurales de la economía. Los empresarios siguen sin poder despedir en una coyuntura de recesión económica. Con anuncios periódicos sobre más congelamiento de precios en distintos productos para poder contener una inflación galopante, pero sin desenchufar la maquinita que imprime pesos cada vez más devaluados.
Argentina no tiene otro camino para salir de este declive económico y atraer inversiones para crear más y mejores puestos de trabajo que abrirse al mercado mundial. Todos los países que lograron revertir la inercia tercermundista lo consiguieron integrándose al mundo. No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos de países que van en rumbo de acabar con la pobreza y que cada trabajador hoy en día tiene mejores ingresos que los que tendría en Argentina. Lo hizo Chile, que hoy exporta más que la Argentina, cuando en la década del 70’ exportaba sólo la mitad que Argentina. Y también lo hizo Perú, otro país latinoamericano que se abrió al mundo y aumentó sus exportaciones 26 veces durante las últimas cuatro décadas.
Fernández cree en el modelo de sustitución de importaciones. Tiene una convicción firme e irrefutable en la que logra proteger la producción nacional si se aleja del resto del mundo y estimula el consumo interno. Confía en que va a conseguir, en algún momento, que los argentinos saquemos los dólares del colchón y lo gastemos en el país, para así generar un crecimiento exponencial de la actividad económica. También, apuesta a que el precio de la soja siga alto para así venderle cada vez más caro a los chinos y que entren dólares que puedan amortiguar la exorbitante emisión de pesos. Cree que los inversores extranjeros van a ignorar el prontuario confiscatorio kirchnerista y comenzarán a invertir en argentina logrando abastecer al consumo interno del país. Pero la realidad, es que en un país donde la pobreza es un mal endémico y que tiene una presión impositiva que agobia hasta a un kiosquero, la sola idea que se pueda atraer inversiones que reactiven el consumo dentro de la economía actual es, por lo menos, risible. Teniendo en cuenta esto, Fernández solo nos deja dos opciones: Entenderlo como un fanático que se enamoró tanto del proteccionismo como de Argentinos Juniors, y no concibe un estado que no se inmiscuya en las transacciones de los privados; o comenzar a preguntarnos si detrás del discurso proteccionista existe un interés escrupuloso asociado a empresarios prebendarios que pagan por debajo de la mesa para poder vender sin competencia.