Bitcoin: Análisis liberal de esta criptomoneda y su descentralización
En un contexto político, social y económico, plagado por un virus que derivó en la mayor intervención estatal de las últimas décadas, es natural el surgimiento de un movimiento colectivo que abogue por recuperar la libertad e independencia del individuo.
“No creo que volvamos a tener un buen dinero hasta que se lo quitemos al Gobierno de las manos, es decir, no podemos quitárselo violentamente, todo lo que podemos hacer es introducirlo astutamente de tal forma que no lo puedan parar - F.A. Hayek, 1984.
En un contexto político, social y económico, plagado por un virus que derivó en la mayor intervención estatal de las últimas décadas, es natural el surgimiento de un movimiento colectivo que abogue por recuperar la libertad e independencia del individuo.
Justamente, esto es lo que busca Bitcoin y todas las criptomonedas basadas en una filosofía de descentralización del poder.
La aparición de las criptomonedas como bitcoin (y de la tecnología que las sustenta, blockhain) y el increíble crecimiento de su aceptación durante la cuarentena impulsada por los gobiernos durante el COVID-19, es un fenómeno característico de las sociedades globales del siglo XXI que se configura como índice y, a la vez, como factor de la irremediable pérdida de centralidad del dinero fiat y de la creciente obsolescencia del monopolio estatal de la emisión monetaria.
Bitcoin nace de la revolución informática de las últimas décadas y del código abierto, la tecnología blockchain permite la creación descentralizada de unidades monetarias a través de una red de “mineros” digitales regulada por un algoritmo que determina la tasa de crecimiento de la base dineraria de manera independiente del control de cualquier Estado, banco o institución financiera.
Sí bien es entendible que el tema central para debatir, hoy por hoy, sea la cotización bursátil y su alza del 600% en un año. Sin embargo, la esencia anti política o anti establishment del Bitcoin es sumamente interesante y merece un análisis profundo.
Si quisiéramos asociar la corriente de las criptomonedas dentro de ciertos conceptos políticos, deberíamos apuntar hacia el liberalismo. Una lectura que podría darnos respuestas centrales para entender el tema sería el breve escrito de F. Hayek de fines del siglo XX “La desnacionalización del dinero” en la cual se toca exactamente la filosofía del Bitcoin.
En esta obra Hayek cuestiona la prerrogativa estatal en la producción de dinero. El liberal austríaco imagina un sistema monetario mundial en el cual la garantía de un dinero de buena calidad dependería de la libre competencia entre múltiples fuentes emisoras de moneda descentralizadas, entre las cuales la gente tendría la posibilidad de elegir. Según su modelo “resultaría complicado fijar los tipos de cambio adecuados (sobre la base de los cotizados en el mercado entre distintas divisas), pero las computadoras ayudarían con su cálculo casi instantáneo.
Bitcoin es una forma eficaz y concreta de decir no a la manipulación de nuestro dinero.
La confianza social ya no está en los bancos centrales ni en los gobiernos, sino en las reglas matemáticas de la cadena de bloques. Y este efecto recae netamente en el producto de las políticas nefastas llevadas a cabo por los gobiernos. Décadas de desequilibrios monetarios y fiscales, expansión crediticia sin respaldo alguno, captación de deuda irresponsable, inversión en empresas estatales deficitarias, etc.
La descentralización impulsada por las criptomonedas no cuenta con un ecosistema central que lo controla todo, sino que cada usuario es dueño de su propio dinero. Nadie dicta. Nadie está por encima, ni por debajo. Cada persona tiene su lugar y es libre de intercambiar valor en forma de criptomonedas de una forma cómoda, instantánea, segura y transparente.
Por utópico que parezca, los gobiernos no juegan un papel importante en este rumbo económico, principalmente porque se desprende de cualquier sujeción. Se podría decir que el papel de los gobiernos, bajo este sistema de descentralización, es el de representantes de la opinión ciudadana y como reguladores laxos de la economía, haciendo valer la justicia y la igualdad de oportunidades con su poder coercitivo pero manteniendo una distancia con determinados sectores que se autorregularán con el mero paso del tiempo y según lo determine la libre interacción entre los agentes económicos.
Las nuevas tecnologías han impactado en la vida de las personas de muchas formas, y el sistema financiero no podía escaparse de esta situación. No solo se han creado criptomonedas que transforman nuestra forma de interactuar con el mundo, sino que nos han traído interminables posibilidades: descentralización, fácil adquisición, independencia de los intermediarios, privacidad, aceptación como medio de pago, etc.
Hay algo que la tecnología blockchain nos ha dejado, y es la posibilidad de ser dueños de nuestro propio dinero, sin intermediarios, sin intereses, y propiciando el Internet del valor. En Latinoamérica, la aparición de las criptomonedas ha supuesto una revolución, y muchos empresarios y emprendedores que no podían acceder a financiación, ahora pueden conseguirlo.
Como conclusión y haciéndonos eco de que no todo es color de rosa, vale la pena aceptar la inevitable proliferación de actividades especulativas en torno de la criptomonedas, con su consecutiva objeción que gana peso en nuestros días, la cual tiende a comparar el crecimiento exponencial de bitcoin y las altcoins con ciertas burbujas de la historia de los sistemas financieros como los tulipanes en la Holanda del siglo XVII. Así se cuestiona el dinero digital bajo la acusación de que su valor no se sustenta en nada “real”. Ahora bien, lo que esta acusación no estaría teniendo en cuenta es que básicamente ninguna forma dineraria se sustenta en nada real y que esto es cierto no sólo de bitcoin, sino de cualquier forma de dinero en general. El dinero no equivale a sustancia “real” alguna, no vale por tener tal o cual cosa de soporte ni por satisfacer una necesidad básica. No tiene materia, es una entidad puramente imaginaria y su modo de existencia se resuelve en una insustancialidad constitutiva.
Es más, basándonos en lo que decía Ludwing von Mises, cada vez que el Estado emite dinero sin la existencia previa de una transacción u operación de trabajo, lo que se hace es robar al ciudadano al crear dinero falso, pero imponiéndolo cómo verdadero.