Salarios bajos y controles altos
Luego del anuncio de un nuevo control al nivel de stock y producción de algunas empresas, es evidente que argentina va por el camino equivocado. ¿Cómo se puede recuperar el rumbo de la economía, subir el salario real y entrar en el círculo virtuoso del capitalismo?
Por Nahuel Lozano
Trader de análisis técnico - Experto en el Mercado de Capitales del IAMC
La secretaria de Comercio Interior, Paula Español, lanzó una resolución en la que se establece que algunas empresas en rubros claves deben informar sobre sus niveles de stock y producción (SIPRE), entre otros indicadores. Pero muchas de estas empresas alcanzadas descartan poder cumplir esta nueva resolución y crece su preocupación sobre la posible implementación de una futura ley de abastecimiento que abarque más sectores productivos. La ley de abastecimiento buscaría garantizar determinada cantidad de unidades en góndola y ampliaría el sistema de control de precios, una medida completamente en contra de los principios del libre mercado. Si bien se intenta garantizar el acceso a varios productos claves para el desarrollo social, como toda propuesta de corte “marxista”, nace llena de buenas intenciones pero sus consecuencias terminan perjudicando el nivel de vida y las libertades de los ciudadanos que pretende proteger.
El gobierno equivoca el enfoque. Está claro que todos los ciudadanos argentinos deberían acceder holgadamente a todos los productos de la canasta básica, pero el camino no es el control de precios y abastecimiento, sino una economía que integre a los ciudadanos desde el trabajo y una remuneración competitiva mundialmente. El 2020 dejó un salario real que promedia los U$D 600 para los empleados argentinos, el más bajo de los últimos 18 años. A primera impresión, la solución lógica sería intentar incentivar el crecimiento del salario real del trabajador argentino. A mayor salario, más productos se pueden adquirir y menos controles de precios y stock se necesitan ya que las empresas se beneficiarían de ofrecer sus productos a una comunidad con mejor poder adquisitivo. Mayor salario significa más consumo, que se traduce en más ventas, inversión, producción y, por consiguiente, mejores sueldos. Así, la economía entraría en un círculo virtuoso capitalista. Planteada la hipótesis, la pregunta inmediata e intuitiva es la siguiente: ¿Cómo se puede subir el salario real?
Para responder a esta pregunta debemos entender primero cómo funcionan los salarios en el mundo moderno. Los salarios tienden a igualar la productividad del empleado. Esto significa que si un trabajador puede generar $100 por hora en productos que su empleador puede vender en el mercado, éste deberá pagarle casi $100 por hora. Si le paga bastante menos, el empleado puede optar por trabajar para la competencia y así transferir esos $100 de producción a otro empleador que pueda pagarle mejor. La competencia y la escasa mano de obra calificada para determinado puesto laboral, son factores claves para determinar el sueldo. Debido a esto se explica que en distintos rubros o sectores económicos el sueldo base sea considerablemente diferente.
Entendido esto, la primera forma en que el salario de un empleado puede crecer no depende de él mismo. Al mantener constante la situación de un trabajador determinado, cuando el resto de la sociedad sea capaz de producir más bienes y servicios, los precios bajarán y el valor real de los salarios aumentará. Si otros sectores de la economía se vuelven más productivos, habrá más productos para repartir y los precios bajarán. Así, el poder adquisitivo del trabajador se verá incrementado, es decir, le alcanzará para pagar más productos en el mercado. Pero… ¿Cómo se hace para aumentar la productividad de determinados sectores económicos? El proceso consiste en ahorrar e invertir en bienes de capital. Las empresas, en lugar de repartir entre sus socios todas las ganancias, ahorran dinero para luego poder adquirir nuevas maquinarias, mayor infraestructura, invertir en investigación y contratar más capital humano.
La segunda manera en que el salario de un trabajador puede aumentar tampoco requiere de un rol activo por su parte. Su salario aumentará si su propia industria donde trabaja mejora los bienes de capital que utiliza y, por lo tanto, se convierte en un empleado más productivo. Por ejemplo, los trabajadores de la industria textil que aún cosen a mano, podrían mejorar su productividad si se adquiere una máquina de coser. Cuando la introducción de este nuevo capital permite a los trabajadores producir más para sus empleadores, y para la sociedad, de lo que podían producir antes, su valor para sus empleadores aumenta y, por consiguiente, sus salarios. El nuevo capital que es complementario a la mano de obra aumenta la productividad, la demanda y el precio de la mano de obra. Esta mirada ofrece otra perspectiva sobre desempleo a causa de la automatización y el reemplazo de mano de obra por máquinas. Es verdad que en ocasiones los bienes de capital sustituyen al trabajador, pero en otras son un complemento que aumenta su productividad. Esta es la razón por la cual los asalariados en países pobres en bienes de capital pueden ganar mucho más dinero en países que cuentan con una mayor cantidad de estos bienes de capital que resultan complementarios a su trabajo, incluso sin un aumento en sus habilidades.
El tercer ingrediente para obtener mayores salarios proviene del propio trabajador. Si los salarios tienden a igualar la productividad, los trabajadores pueden aumentar sus salarios mejorando sus habilidades para volverse más productivos y aportar mayores ganancias a sus empleadores, lo que también significa contribuir con más y mejores bienes y servicios a la sociedad en la que vive, la que se verá beneficiada. Podrían aprender nuevas habilidades que tienen mayor demanda y menor oferta en determinados sectores económicos para conseguir nuevos trabajos con mejor remuneración. O bien dentro de su propio rubro, puede ayudar a automatizar procesos, elaborar métodos más eficientes para la realización de sus tareas diarias o realizar una capacitación que lo impulse a mejores puestos laborales.
Pero todos estos esfuerzos serían en vano si el Estado pone palos en la rueda. El aumento de la productividad lleva tiempo y necesita que el Estado apoye este proceso, o por lo menos que no interfiera en él. Una política cambiaria estable y la apertura comercial al mundo para poder negociar productos en el mercado internacional sería un buen primer paso hacia maximizar la productividad y poder subir los salarios. Obviamente, la eliminación o reducción de los impuestos sobre la renta, como el impuesto a las ganancias, aumentaría el sueldo de los trabajadores. Por desgracia, hay impuestos menos obvios que reducen los salarios. Un impuesto al consumo es similar a destruir una porción de todo lo que un trabajador hace, porque el estado toma una fracción del precio del producto que se comercializa. De esta manera, los impuestos sobre el consumo, como el Impuesto al Valor Agregado (IVA), son una reducción de la productividad del trabajador y, en consecuencia, del salario que puede exigir. Luego de ver cómo su salario se reduce, el trabajador paga el impuesto de nuevo, cuando todo lo que quiere comprar es más caro. Los impuestos a la riqueza, como el impuesto a las grandes fortunas o bienes personales, castigan a quienes tienen bienes de capital, que es el motor de los dos primeros mecanismos de aumento de los salarios que comenté con anterioridad. Las regulaciones, si bien no son un impuesto, son obligatorias para el desempeño de la actividad comercial de una empresa y, en la mayoría de los casos, son un estorbo y una gran traba para muchos emprendedores. Es inviable fomentar un crecimiento de la productividad si se castiga constantemente la acumulación de capital, que se traduce en más y mejores bienes y servicios para toda la sociedad, y también, mejores sueldos para los trabajadores.