A dos años del Mundial: la Copa que dejó de ser sueño para volverse realidad
Se cumplen dos años de la obtención de la tercera estrella de la Selección. El título logró el desahogo de todo el pueblo argentino.
Por Daiana Vargas
Periodista - Lic. en Comunicación
Parece que los días siempre se mueven igual y no prestamos atención al paso del tiempo hasta que llegan fechas como esta, que nos recuerdan lo felices que fuimos.
Hace dos años fuimos campeones del Mundo. La tan ansiada tercera estrella. La que parecía más difícil, la que tanto soñó Leo. La que tanto sacrificio le llevó.
Hace dos años el país estaba paralizado para luego entrar en una euforia interminable y culminar en gritos de victoria al unísono de “¡Somos Campeones del Mundo!”
La Selección no solo nos dio un título más. Nos enseñó a seguir para adelante aunque hayan mil piedras en el camino. A alimentar las ganas de más. De sentir que podemos contra todos y merecemos vencer. Como en la vida. Como en el día a día, como los sueños mismos.
Aquel “elegimos creer” que hoy también está de aniversario, porque creímos cuando no había ganas de creer. Veníamos de años duros social, económica y políticamente. Veníamos de una pandemia donde nos dijeron que no nos podíamos abrazar más. Pero vaya que sí nos abrazamos aquel 18 de diciembre.
La imagen de Messi saludando a su familia que celebraba en el palco y diciéndole a Antonela "ya está" fue el resumen de la gran lucha que tuvo que atravesar el GOAT por alcanzar la gloria con Argentina.
Dos años ya.
El alivio lo sintió todo el pueblo argentino, que también sabe de luchas. La final, que fue épica, se merecía un festejo épico y lo tuvo. Cinco millones de personas en las calles de Buenos Aires para recibir a los campeones, bajo el sol, bajo un diciembre caluroso, bajo cualquier circunstancia. Eso solo lo pueden lograr los argentinos. El mundo se asombraba una vez más de lo que hicimos. Y también nos dieron un premio The Best de la FIFA por mejor hinchada. Y lo somos.
Se cumplen dos años de la gloria, que le pertenece a Leo, al Dibu, al instante de Montiel pateando el último penal, pero que también te pertenece a vos, a mí, a todo aquel que nació en este suelo y lleva la celeste y blanca en cada rincón de Argentina y el mundo, inflando el pecho de orgullo.