AySA cerró el 2024 con superávit por primera vez desde 2007.
La empresa estatal, distribuidora del agua en CABA y el conurbano, tuvo un balance positivo tras 16 años seguidos de pérdidas, gracias al cambio de gestión desde que Javier Milei es presidente.
Por Eric Nesich
Periodista especializado en Economía y Finanzas
Después de muchos años de números en rojo y de depender de la billetera del Estado, la empresa estatal AySA logró terminar el 2024 con saldo positivo en sus cuentas operativas. No pasaba algo así desde el 2007, y todo se dio gracias, en buena parte, al aumento de tarifas que se aplicó durante el año.
Este cambio en la suerte de AySA rompe con una racha de 16 años seguidos pidiendo auxilio al Tesoro Nacional para no naufragar. Esta vez, por primera vez en mucho tiempo, no hizo falta que el Estado meta mano en la caja para sostenerla.
Desde la empresa salieron a decir con orgullo que lograron superávit operativo “por primera vez desde 2007”, y lo atribuyen a una gestión más ordenada, sustentable y, lo más importante, sin depender del Estado para cubrir los gastos diarios.
Además, no sólo entró más plata: también se achicaron los gastos. Los costos para operar bajaron de 690 mil millones a 638 mil millones. Esto les permitió tener una utilidad bruta mucho más jugosa: de 145 mil millones en 2023 a 446 mil millones en 2024.
¿El resultado final? Un verdadero volantazo: en 2023 habían perdido casi 383 mil millones de pesos, y en 2024 cerraron con una ganancia de más de 48 mil millones.
Todo esto se da mientras la empresa, tras haber sido incluida en la Ley Bases como posible candidata a privatización, empezó un proceso de reestructuración.
AySA se encarga del agua en la Ciudad de Buenos Aires y en 26 municipios del conurbano, y ahora dice que, por primera vez en mucho tiempo, la plata que entra alcanza para cubrir los gastos comunes y las inversiones necesarias. O sea, ya no necesita que el Estado le dé plata todos los meses para sobrevivir.
Mirando hacia adelante, la idea de la empresa es avanzar hacia un modelo más cercano al del sector privado, con reglas claras, supervisado por la CNV y con presencia en el mercado de capitales. Y si bien quieren mantener el servicio de calidad, también remarcan que tienen que ser sostenibles: eso incluye pagar impuestos, tener en cuenta el costo del capital y ser más eficientes en general.