El crédito en Argentina 2026: entre la oportunidad y la transformación estructural

Mientras el sistema financiero tradicional eligió la cautela, el crédito privado encontró oxígeno en modelos más flexibles.

Por Julián Sanclemente

CEO y cofundador de Alpréstamo

Hace 1 hora

El año que se despide fue quirúrgico para la economía argentina. Después de años de distorsiones acumuladas, 2025 obligó a un reacomodamiento incómodo pero necesario. El resultado es paradójico: mientras el sistema financiero tradicional eligió la cautela, el crédito privado encontró oxígeno en modelos más flexibles, en entidades no bancarias y en instrumentos del mercado de capitales que permitieron que el financiamiento siguiera fluyendo cuando los bancos decidieron esperar.

 

Esta dualidad marcó el tono del año: contracción en algunos segmentos, innovación acelerada en otros. Y abrió una pregunta central para 2026: ¿Está Argentina lista para un sistema financiero que premie la eficiencia sobre la inercia?

 

Tres variables para entender el año que viene

El crédito en 2026 se jugará en tres tableros simultáneos. El primero es la estabilidad monetaria: sin previsibilidad cambiaria ni inflacionaria, cualquier cálculo de riesgo se vuelve especulativo. El segundo es el ingreso disponible: las familias recién empiezan a recuperar poder adquisitivo, y esa recomposición determinará la velocidad de reactivación del consumo y, por extensión, del crédito. El tercero es el mercado de capitales: más profundo, más previsible y más conectado a la economía real.

 

Cuando esas tres piezas se alinean, el crédito deja de ser un problema y se convierte en motor. Argentina tiene la oportunidad de construir ese equilibrio en 2026, pero la ventana es estrecha y las decisiones de política económica serán determinantes.

 

Lo que funcionó en 2025: digitalización y nuevos canales

Mientras el crédito bancario se mantuvo retraído, el ecosistema fintech vivió un año de consolidación operativa con compañías como Alprestamo, que escaló su oferta regional, integrando más productos, más entidades y mejores procesos de originación. La innovación no vino solo por el lado tecnológico, sino por la capacidad de leer mejor los datos disponibles, segmentar con mayor precisión y ofrecer soluciones donde el sistema tradicional no llegaba.

 

Dos verticales se destacaron por su crecimiento: la recuperación de deudas y el factoring para pymes. En el primer caso, productos digitales que permiten a usuarios sobreendeudados negociar quitas y acuerdos de pago de manera transparente y ágil demostraron que existe un mercado enorme, desatendido y con necesidad urgente de soluciones simples. En el segundo, el capital de trabajo para pequeñas y medianas empresas encontró en la digitalización una vía para acelerar procesos que históricamente eran lentos, costosos y poco escalables.

 

Estos movimientos no representan una disrupción del sistema financiero tradicional, sino una complementación necesaria. El crédito no bancario está ocupando espacios donde la banca no puede o no quiere operar con la velocidad que el mercado demanda.

 

Las políticas que Argentina necesita

Para que 2026 sea un año de crecimiento sostenible del crédito, Argentina necesita menos retórica y más coherencia regulatoria. Tres medidas son clave. Primero: reglas estables y modernas que integren al crédito no bancario en lugar de tratarlo como un sistema paralelo. La innovación financiera no puede avanzar en un vacío normativo, pero tampoco puede asfixiarse con regulaciones pensadas para otra época.

 

En segundo lugar, transparencia radical. Los usuarios deben poder comparar productos sin letra chica, sin trampas y con información clara sobre costos, plazos y condiciones. La competencia sana solo existe cuando la información es simétrica. Y, tercero, una profundización del mercado de capitales. Sin fondeo diversificado y eficiente, el crédito seguirá concentrado en pocas manos y será incapaz de irrigar la economía real. Más actores, más instrumentos y más liquidez son condiciones necesarias para un ecosistema financiero saludable.

 

Un sistema confiable no se construye con slogans: se construye con reglas que duren más que un ciclo político.

 

Qué impulsa y qué frena el crédito en la región

América Latina enfrenta un 2026 con señales mixtas. Del lado del impulso: normalización monetaria en varios países, crecimiento del crédito no bancario como complemento real del sistema, más entidades buscando canales digitales eficientes para adquirir clientes y usuarios más dispuestos a refinanciar, ordenar y volver a acceder al crédito.

 

Del lado del freno se encuentran marcos regulatorios que no acompañan la innovación, bancos con aversión al riesgo en exceso y economías que postergan reformas estructurales. La región no tiene un problema de necesidad de crédito: tiene un problema de distribución y accesibilidad.

 

El desafío está en resolver esa ecuación con inteligencia, velocidad y escala. Las plataformas que logren integrar tecnología, datos y relacionamiento profundo con el usuario tendrán la ventaja competitiva en un mercado que recién empieza a mostrar su potencial.

 

Hablar de inclusión financiera es fácil. Ejecutarla es otra cosa. En 2026, la inclusión se medirá por la capacidad de acercar productos concretos a personas concretas: desde herramientas para salir de deudas hasta acceso a capital de trabajo para pymes, pasando por tarjetas, cuentas y préstamos que respondan a necesidades reales y no a métricas de marketing.

 

En 2026, el sistema financiero argentino enfrentará una prueba de madurez: demostrar que puede ordenarse, crecer y volverse más accesible al mismo tiempo. La ventana de oportunidad está abierta, pero requiere decisiones inteligentes tanto desde la política pública como desde el sector privado.

 

Lo que está en juego no es solo el crecimiento del crédito, sino algo más profundo: la capacidad de devolverle a cada persona el poder de elegir bien. Decisiones financieras simples, inteligentes y pensadas para vivir mejor, no para confundirse más. Argentina tiene la infraestructura, el talento y la demanda para construir un sistema financiero más eficiente y más justo. Lo que falta es sostener la coherencia el tiempo suficiente para que esa transformación se consolide. 2026 dirá si estamos listos.

 

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