Economistas, entre el aval y las críticas tras los cambios del BCRA en las bandas cambiarias

El nuevo esquema de ajuste por inflación y la estrategia de acumulación de reservas fueron bien recibidos por buena parte del mercado, aunque también generaron cuestionamientos desde miradas liberales y heterodoxas.

Por redacción

Hace 5 horas

Los cambios anunciados por el Banco Central en la forma de ajustar la banda de flotación del dólar y en el esquema de intervención en el mercado cambiario generaron, en líneas generales, una recepción positiva entre los economistas. Sin embargo, el consenso no fue total: mientras algunos destacaron la mejora técnica del sistema, otros cuestionaron el giro por considerarlo poco liberal y hasta contradictorio con definiciones previas del ministro de Economía, Luis Caputo, quien había señalado que el esquema anterior estaba “bien calibrado”.

 

Uno de los respaldos más claros llegó desde la City porteña. El economista Salvador Di Stefano sostuvo que “las bandas cambian, pero no tanto, mucho ruido, pocas nueces, todo sigue igual, y vamos a acumular reservas en la medida que no hay efecto inflacionario”. En esa línea, aseguró que “no se han arriado ninguna de las banderas que el gobierno ha manifestado sobre emisión de dinero, tipo de cambio y tasa de interés” y que “en ningún caso esto traerá como consecuencia una devaluación del signo monetario, ya que la premisa es alinear los aumentos locales a los internacionales”.

 

Di Stefano agregó que, tomando las proyecciones del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), la banda superior se ubicaría en julio de 2026 en $1.736 y la inferior en $800, con un valor medio cercano a $1.268. En comparación, bajo el esquema anterior de ajuste del 1% mensual, la banda habría quedado en $1.635 y $860, con una diferencia que calificó como poco relevante.

 

Desde el ámbito académico, el economista de la Universidad Torcuato Di Tella, Federico Domínguez, coincidió en que el cambio es manejable. Si bien admitió que “a corto plazo, el crawling puede ser algo más alto”, remarcó que están dadas las condiciones para que “en algún momento de 2026, la inflación caiga por debajo del 1 % mensual y converja con la inflación internacional”. Según su visión, lo que hoy parece una suba del ritmo cambiario terminará siendo una reducción en el mediano plazo.

También hubo respaldo desde el arco político. El exministro de Economía Hernán Lacunza consideró que “el cambio es positivo” y, aunque reconoció riesgos nominales, afirmó que “más riesgoso era no hacer nada”, con un esquema que podía generar incertidumbre. En sintonía, el ex-diputado radical Martín Tetaz calificó la medida como un “gran acierto del Banco Central”, al entender que la acumulación de reservas es clave para bajar el riesgo país y sostener la desinflación, aunque advirtió que el éxito dependerá de evitar sobresaltos en los primeros meses.

 

Desde una mirada más técnica, Aldo Abram, director ejecutivo de la Fundación Libertad y Progreso, destacó como “una buena noticia” la decisión de transparentar el mecanismo de compra de reservas. No obstante, planteó que debería aprovecharse el contexto actual para corregir distorsiones generadas por medidas de emergencia, como el aumento de encajes, que a su entender deberían retirarse una vez superada la situación crítica.

 

Las críticas no tardaron en aparecer. Roberto Cachanosky cuestionó que el tipo de cambio se ajuste según la evolución del IPC y recordó que, en una economía liberal, debería ser libre y no regulado. Más duro fue Diego Giacomini, quien calificó a las autoridades del BCRA como “los más anti austríacos que se puede conseguir” y sostuvo que el anuncio va a contramano de la visión monetaria que históricamente defendió Javier Milei.

 

Desde el mercado, Marcelo Trovato, director de Gorostiaga Bursátil, ironizó al señalar que “los mandriles venimos anticipando cada movida” y definió el nuevo esquema como “crawling peg pero con otro nombre”.

 

Más allá de las diferencias ideológicas, el debate dejó en claro que el nuevo esquema cambiario abrió una etapa de mayor discusión técnica y política. Para algunos, se trata de un paso necesario para ordenar expectativas; para otros, de una solución transitoria que no resuelve los desequilibrios de fondo.

 

El verdadero impacto, coinciden varios analistas, se verá recién en 2026, cuando el sistema de bandas ajustadas por inflación y el programa de acumulación de reservas enfrenten un escenario económico menos condicionado por la urgencia y más exigente en términos de resultados.

 

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