Invertir en un mundo de cambios constantes

Por Mario Capeluto

Inversor y escritor de las obras “El Inversor de Bolsillo argentino” y “El Inversor de Bolsillo Dos – Invirtiendo cómo los que saben”

Viernes 05 de marzo del 2021 a las 1:12 pm

 

Parece mentira, pero ya pasó un año de que empezó la pandemia. En pocos días, nuestra normalidad quedó completamente alterada: ya no podíamos salir a trabajar (excepto una gran minoría), ir a comer afuera, y tantas otras cosas. Esto causó que una gran cantidad de actividades quedaran completamente destrozadas. Por citar sólo un ejemplo: en el mes de abril se produjo el triste récord de que en todo el país no se produjo ni un solo auto en todo el país. Y las ventas cayeron un 80% respecto a un año atrás. Quien tenía una cadena de peluquerías, con sueldos de empleados por pagar y todos sus locales cerrados, iba a estar muy complicado, lo mismo que los negocios en los shoppings, o locales de ropa en general.

 

En el caso de ciertos negocios, la situación iba a ser particular. Pensemos por ejemplo en las casas de comida. Me viene a la mente como ejemplo un restaurant bastante elegante que hay a menos de una cuadra de mi casa. Es el típico restaurante bien ubicado, en cruce de dos avenidas, con mucho vidriado y doble piso con mesas. No sé a ciencia cierta cuantos empleados tendrá, pero considerando que está abierto de lunes a lunes y sólo cierra unas horas de madrugada, calculo que por lo menos unos 20. De repente, si bien no tiene que cerrar su persiana completamente, se ve obligado a reconvertirse en un lugar de sólo delivery. Si bien es cierto que ya venían haciendo reparto, ahora al no poder abrir las puertas al público, tendrían que dedicarse 100% a esta modalidad.

 

En principio parecería que así no sufrirán inconvenientes, pero la realidad es otra. Me pongo a pensar en otro restaurante de la zona. Bah, no es un restaurante. Es, lo que solemos llamar acá, un sucucho,  es decir, una habitación pequeña, precaria, con poca ventilación y varios “pocos” más. Pero este lugar se dedica a preparar comidas y vender a través de Delivery también, o por medio de las aplicaciones de entrega que tanto se han popularizado. Puede que se pregunte cómo puede ser que esté comparando uno de los restaurantes más elegantes con este sucucho, pero la realidad es que los dejó cabeza a cabeza. Esto se debe a que cuando alguien busque por la zona algún plato que ambos lugares tengan, van a aparecer en los resultados por igual. Solo que ahora van a influir otros aspectos que antes desconocíamos y que ahora si influyen. Por ejemplo, cuando uno va caminando por la calle para elegir un restaurante, se fijaba mucho en la fachada del mismo, que tan lindo se ve el negocio, y si hay mucha gente dentro. Pero ahora, probablemente lo que más influya es el orden en que nos aparezca en la aplicación, ya que generalmente dan mejor posicionamiento a los lugares que tengan una mejor puntuación otorgada por los usuarios.

 

Como nos podemos imaginar, estas situaciones producen una lucha por sobrevivir desigual. Ahora, el que tiene un local pequeño (o por qué no, su propia casa) puede salir y competir de igual a igual con un restaurante con una estructura mucho más grande. Esto mismo les hace a estos últimos muy difícil sobrevivir: por más que tengan muchas ventas por delivery, siguen teniendo que pagar un abultado monto por el alquiler, el pago de los servicios, los sueldos…infinidad de gastos que un local pequeño no tiene que afrontar a la misma escala. Con respecto a los precios, es lógico esperar que el restaurant cobre más caro por tener que soportar esa estructura, en cambio el pequeño puede entregar comidas de calidad similar o incluso superior por un menor precio.

 

Los cambios se aceleraron

Hablando de normalidad, primero tendríamos que sentarnos y ponernos de acuerdo a qué nos referimos cuando hablamos de normalidad. ¿Nos referimos a ir al cine todos los fines de semana? ¿Ir de shopping seguido? ¿Visitar nuestro elegante restaurant cercano? Para muchos, esto era costumbre hasta la pandemia. Pero la realidad es que esta “normalidad” ha estado cambiando todo el tiempo sin que nos demos cuenta.

 

Seguramente los que pertenezcan a la generación Baby Boomer (aquellos nacidos entre 1946 y 1965 aproximadamente) recuerden que durante su infancia se la pasaron la mayor parte de sus vidas en la calle. Lo “normal” era andar en bicicleta, saltar la soga, jugar a la rayuela…algunos un poco más traviesos tal vez tiraban piedras a palomas o vidrios ajenos*. Los que somos un poco más jóvenes, de la generación millennial (quienes nacimos entre 1980 y 1995 aproximadamente), nos preguntamos por qué no pasaban más tiempo en casa, mirando la televisión por ejemplo. Y esto se debe a que en aquel momento lo normal era no tener televisión, y si la había, posiblemente en blanco y negro, con pocos canales y menos posibilidades de que haya muchos programas de interés. Los adultos de aquel entonces iban con poca frecuencia a los restaurantes, tal vez sólo para algún acontecimiento importante como un aniversario…¿los shoppings? Ni existían. Iban a las tiendas de barrio, a “la zapatería” del barrio, “la sastrería”, etc.

 

Cuando los de mi generación éramos chicos, también las cosas eran diferentes. Pasábamos más tiempo en casa, con la televisión ya con mayor cantidad de programas interesantes disponibles (la TV por cable era toda una novedad), y también comenzaron a ir apareciendo las consolas de video juegos, como la inolvidable Attari, el Family Game, el Sega o el Nintendo, por mencionar algunas. Los adultos ya iban regularmente a los shoppings y se desplazaban más. Ir a comer afuera o incluso tomar una merienda se fue volviendo más común.

 

Puede ser que lo que comento en el párrafo anterior le resulte familiar y lo vea como la realidad de hoy en día. Pero podría decirse que lo es sólo en parte. Justamente, se está produciendo un cambio, que no lo vemos tan evidente, pero que esta época de cuarentena va a terminar marcando un antes y un después.

 

Hablando de ir a comer afuera, si bien lógicamente tiene su atractivo ir a un lugar donde nos sirvan una deliciosa comida, también tiene lo suyo que esa misma comida venga a nuestra casa. Y encima, ¡es mucho más barato! Al tener nuestra propia cocina y heladera, hay cosas que las podemos tener previamente, como las bebidas (la principal ganancia de los restaurantes). Y con la reducción de ese gasto, el plato por delivery suele salir más barato, ya que como dijimos, no hay que usar una estructura de mozos que van y vienen, bacheros que lavan nuestros cubiertos, lavarropas funcionado a pleno lavando los manteles, facturas de gastos pequeños que no nos percatamos como el salero, la panera, el aceite, las servilletas, etc.

 

Hay otras cosas a las que seguramente le hayamos tomado el gustito. Por ejemplo, hablemos del Home Office. Durante mucho tiempo, en mi caso fue algo que recibí esporádicamente como un beneficio, o una concesión para los días de enfermedad (en definitiva, un beneficio para empleador porque nunca dejaba de trabajar). Con el correr los años pude hacer algunos días a la semana y pude notar muchos beneficios. Para la inmensa mayoría de la gente y también en mi caso, significaba que cada día me duraba 2 horas más, ya que tenía viaje de 1 hora de ida y otra de vuelta hasta mi trabajo. En algunos casos, este tiempo ahorrado era mucho más. Pero no sólo es tiempo, sino costos: estando en casa no es necesario usar la misma ropa que llevaríamos a la oficina (apoyo plenamente a los que estuvieron todos los días en bata durante la cuarentena), podemos prepararnos nuestra propia comida o calentar algo que nos sobró, sin tener que gastar en comprárnosla cerca de nuestro trabajo…y hasta podríamos darnos el merecido lujo de usar el horario de descanso para una breve pero reparadora siestita. Y por último, y no menos importante, el inmenso ahorro que representa no tener que desplazarnos. Y ni hablar si tenemos que hacerlo en nuestro propio vehículo, donde tenemos que calcular el combustible, los peajes si los hay, y el desgaste que se produce al irle sumando kilómetros.

 

Si usted lector está en el otro lado del mostrador y tiene empleados en su empresa, no se olvide que lo que les beneficia a ellos lo beneficia a usted...empleado contento produce clientes contentos. Pero no solo eso. Es una herramienta importante de negociación. Imagine que planea darles un 30% de aumento de sueldos a sus empleados. Y ahora recuerda esta posibilidad…si diera a elegir, supongamos, que en vez de ese porcentaje recibieran un 25% pero con la posibilidad de trabajar remotamente 4 días a la semana…seguramente la gran mayoría se quedaría con esta última opción…¡yo lo haría sin dudar!

 

Pero hay más beneficios para usted, querido y a veces poco comprendido empresario. Suponiendo que en su empresa hay 400 empleados, 100 trabajan en una fábrica y 300 en oficinas. Lógicamente, no se va a poder hacer mucho home office en una fábrica, pero centrémonos en los 300 oficinistas. ¿Cuánto paga de alquiler? Seguramente mucho, porque tiene que contratar suficientes metros cuadrados para que entren 300 personas…corrección, 300 escritorios, todavía más espacio. ¿Cuántos baños tienen esas oficinas? Posiblemente varios. ¿Cuántos dispensers de agua fría y caliente tienen? ¿Cuántos aires acondicionados tienen funcionando? ¿Cuántas lámparas? ¿Cuánto personal de mantenimiento necesitan: cerrajeros, plomeros, electricistas, carpinteros?

 

Ahora, le propongo lo siguiente. La mitad de sus empleados va a hacer home office. Para ser justos, un grupo hace lunes miércoles y viernes, y el otro martes y jueves. La semana siguiente, se invierten. Cuando necesitan reunirse todos, recurren a una aplicación de video llamadas. Ahora, relea el párrafo anterior, y si hizo la cuenta mental de cuánto gasta en todas las cosas que mencioné (seguramente omití unas cuantas más), piense en lo genial que sería dividirlo a la mitad. Y no va a estar sacrificando producción ni nada por el estilo…está dando un paso fundamental en esta transformación.

 

Un miedo que suelen tener los empresarios es que sus empleados pierdan el tiempo si están en su casa. Pero la realidad es otra. Por lo general, quienes suelen trabajar regularmente de esta manera suelen trabajar más tiempo, incluso estando dispuestos a permanecer un rato después de su horario. Quienes son fumadores no hacen sus paradas regulares saliendo de la oficina, pueden hacerlo en sus hogares (aunque si puedo recomendarle algo, le recomendaría que solo fume los años bisiestos terminados en números impares). La clave para que los empleados se mantengan ocupados es darles tareas significativas y poder establecer cuáles son los objetivos. La idea de que” yo te pago por 8 horas” quedó en el pasado…en cambio, establecer un objetivo claro y alcanzable es mucho más motivador que simplemente tener a alguien ocupado en tareas sinsentido.

 

¿Quiénes se benefician? ¿Quiénes salen perdiendo?

Seguramente como inversores nos interesa saber más acerca de estos cambios y tratar de ir visualizar quiénes serán los ganadores y quiénes los perdedores y, por supuesto, invertir en consecuencia.

 

Dentro de los ganadores podemos mencionar en primer lugar a todo lo que tiene que ver con la informática y tecnología del conocimiento. Por empezar, las actividades no se vieron interrumpidas durante la cuarentena, de hecho todo lo contrario, cada vez más personas empezaron a utilizar herramientas como las video llamadas para poder comunicarse. Detrás de toda esta revolución, se necesitan y se necesitarán cada vez más técnicos especializados para el desarrollo y mantenimiento de las mismas. Por supuesto, también quienes fabrican estas herramientas, como celulares, tablets, notebooks o sistemas de videoconferencias van a ver incrementada su demanda. La tecnología dejó de ser en muchos casos algo optativo o exclusivo de los más jóvenes, ahora es una necesidad.

 

Otro sector muy beneficiado es el de la logística. Como dijimos antes, si queríamos comprarnos una campera o un pantalón, esperábamos al fin de semana, íbamos al shopping con toda la familia, comprábamos un par de cosas más y, lógicamente, comprábamos algo para comer. Durante la cuarentena, esto fue imposible ya que los locales estaban cerrados. No quedó otra que recurrir al comercio electrónico, o e-commerce. Tal vez al principio nos daba miedo poner los datos de nuestra tarjeta de crédito en un sitio web o en una app…pero hoy en día eso se volvió común y la gran mayoría superó ese miedo inicial. Otro miedo común era el de qué pasaba si la ropa no quedaba bien…esto se solucionó con una guía por talle y con las medidas de cada prenda que suele incluir el vendedor en su publicación. Y si con esto no alcanzara, desde hace un tiempo la compra con el envío incluye también devoluciones y cambios sin costo. Nuevamente, hacemos cuentas post pandemia: lo que nos salía antes salir a comprar al shopping versus el tiempo que ahorramos comprando por Internet, donde podemos comparar precios y solo pagamos el envío (dependiendo el sitio y el monto, muchas veces son gratuitos), también le tomamos “el gustito”. Por supuesto, esto significa que cada vez más gente comprará de esta manera. Gana quien ofrece la logística, ya sean las plataformas de ventas como las aplicaciones de entrega. Grandes perdedores: shoppings, locales en general.

 

Por otra parte, un sector que salió muy perjudicado es el petrolero. Si bien se dice que el petróleo mueve al mundo, el mundo dejó de moverse, o por lo menos como lo hacía antes. La gente dejó de usar sus autos para ir al trabajo, a la escuela, al supermercado, al shopping, a visitar familiares, a sus reuniones sociales/religiosas/culturales. Y a medida que la cuarentena se fue levantando, mucha gente se dio cuenta que en realidad desplazarse es más una molestia que otra cosa. ¿O me va a decir que disfruta de las congestiones de tráfico, o de pagar peajes?

 

Muchas personas van a cambiar sus hábitos y eso es un catalizador de grandes cambios detrás. Recientemente hice una breve encuesta sobre hábitos y costumbres donde el 46,2% afirmó que nunca había participado en una videoconferencia. Durante la cuarentena, que fue el momento donde hice la encuesta, el porcentaje de los que nunca habían usado bajó abruptamente a un 6,2%. Y proyectando al futuro, luego de finalizada la cuarentena, un 75% afirmó que iba a usar más seguido estos sistemas de videoconferencias. Con respecto a las compras por Internet, un 31,8% afirmó que durante la cuarentena lo hizo más seguido, una tendencia que parecer ir consolidándose.

 

Por lo tanto, hay una gran diferencia frente a lo que era común antes. Si necesitábamos algo como reunirnos con un cliente, compañero de trabajo, comprarnos ropa o alguna herramienta, nosotros viajábamos. Ahora, nosotros nos quedamos y lo que sí viaja es el producto. Al no tener que movernos tanto…¿será necesario que tengamos auto? ¡Qué buena pregunta! Posiblemente hoy lea esto y le parezca absurdo. Pero es cuestión de ver la tendencia. Cada vez vamos a seguir viajando menos, los servicios de logística van a ir optimizando costos, y como dijimos antes, nunca olvidar el factor de que le tomamos “el gustito”. Que nos traigan las cosas es muy cómodo mientras esperamos en nuestra casa haciendo lo que nos guste. Cuando sí necesitemos viajar, podemos contratar alguno de los servicios de traslados por medio de aplicaciones, que por supuesto es más económico cuando es algo esporádico, comparando con los gastos fijos que provoca un auto.

 

¿Por qué no ir más allá?

Ya que empezamos a pensar en cosas que van a pasar en el futuro post-pandemia, podemos pensar en ir más allá. En definitiva, quiero recalcar, estos cambios no son sólo por esta enfermedad, son cosas que se venían dando de a poco sin darnos cuenta y que cuando queramos acordarnos van a ser realidad.

 

Hablando de autos, como dijimos cada vez van a hacer falta menos. Y si nos ponemos a pensar, tener un auto ocupando espacio en un garaje (que también tenemos que pagar) tampoco es muy óptimo. Pensando en esto, ya hay varias empresas que ofrecen un servicio de car-sharing, es decir, compartir un auto. Esto permite que si en mi caso lo uso solo los fines de semana, los demás días puedo alquilarlo y obtener una ganancia, o por lo menos, reducir los gastos mensuales. O por qué no, al revés: si no tengo dinero para comprarme un auto o lo uso muy poco, por qué no alquilarlo directamente.

 

Vamos más allá todavía. Cuando uno contrata un taxi, remís o algún traslado por alguna aplicación, aunque no se dé cuenta, contrata dos servicios en uno: por un lado, el automóvil, por otro, el servicio de chofer. Cuando uno alquila un auto, solamente el primero, por lo que en teoría debería ser más económico. Ahora bien, ¿Qué tal si este servicio, el de contratar un chofer, pasara a ser innecesario? También, puede parecernos sorprendente. Pero no lo es tanto, ya hay varios prototipos de automóviles autónomos. Y créame que tienen varias ventajas.

 

Los vehículos autónomos no se quedan dormidos, no se enojan con otros conductores, no pasan semáforos en rojo por estar apurados…claro, siempre tendrán alguna falla y podrán provocar algún accidente. Pero a medida que el sistema se consolide, estos serán muchísimos menos de los que estamos acostumbrados, sobre todo para los que vivimos en un país donde 18 personas mueren por día por esta causa. Al haber menos accidentes, otros grandes perdedores van a ser los que proveen seguros. Incluso, si una compañía que produce autos tiene confianza en el sistema de vehículos autónomos que desarrolló, no sería de extrañar que ellos mismos ofrezcan un seguro, con un precio accesible. A medida que la tecnología fue avanzando, hizo más difícil el robo (quedó en el pasado la típica escena de televisión donde un ladrón desconecta un cable debajo del volante, los junta y tras una pequeña chispa el auto enciende) por los sistemas de GPS que traen los vehículos y la gran cantidad de cámaras de monitoreo que hay en cada vez más ciudades del mundo.

 

Con respecto a la logística, también se está dando un proceso similar. ¿Para qué contratar un chofer con una moto o bicicleta si podemos contratar un dron que nos lleve nuestros productos? Esta tecnología por el momento no la vemos o nos parece poco viable, pero está avanzando a paso veloz. Las compañías que logren ponerse a tono con esta nueva tendencia saldrán beneficiadas. No nos extraña que en plena cuarentena mundial, una empresa pionera en este tipo de tecnología como Amazon haya decidido contratar aún más empleados, pensando en aumentar su cuota de mercado.

 

David volverá a vencer a Goliat

En la Biblia se relata la historia de un joven llamado David, que aquel entonces era un simple pastor. Mientras él llevaba alimentos a sus hermanos, que formaban parte del ejército, escucha el desafío del campeón del ejército enemigo, Goliat. Se indigna, y pide pelear contra él. Por supuesto, sus hermanos y todos los que lo rodeaban le dijeron que era una locura, ya que se trataba de un soldado muy experto y de un tamaño impresionante (se cree que medía alrededor de ¡2,90 metros!) y él, un pastor. Para colmo, ni siquiera podía caminar cuando se probó la armadura. Pero él estaba completamente determinado a combatir con él, fue con una honda y cinco piedras: el resultado fue que al primer intento, la piedra que le arroja se le entierra en la frente, dándole muerte. El pequeño, joven e indefenso, derrotó al gigante.

 

Cuando pensamos en gigantes, seguramente pensemos en los bancos. Se dice que de enero a enero la ganancia es del banquero, pero últimamente apareció un enemigo inesperado: las fintech. Con este término se habla de un nuevo formato de bancos que a diferencia de los tradicionales, con gran cantidad de sucursales, gigantes edificios corporativos y toda una colosal infraestructura, se trata mayormente de sólo una aplicación que uno se descarga en el celular. Con una estructura de costos mucho más chica, están saliendo a la cancha a competir con los grandes ofreciendo promociones agresivas, compra venta de dólares a mejores precios, y de a poco van obligando a los grandes a cambiar su forma de ver las cosas. La tecnología Blockchain también va a cambiar el mundo bancario. Ahora se necesita de los bancos para ver quién le pagó a quien y con qué, pero si esa información pasa a ser abierta, irán perdiendo su lugar. Es difícil afirmar que los bancos van a desaparecer, en definitiva va a depender de cuán rápido se adapten a estos cambios.

 

Otro “David” que tiene las de ganar es quien se dedique al comercio electrónico. Antes, para comprar ciertos productos, no había muchas opciones. Recuerdo cuando mis papás decidieron que había que cambiar la TV, allá por los años 90. Había solo 3 lugares donde se podían comprar, 3 cadenas grandes que vendían esta clase de electrodomésticos. Como tenía mala referencia de 2 de ellas, fuimos a la tercera, que tenía un solo local muy grande, aunque bastante lejos de nuestra casa. Hoy en día esto es impensable. Simplemente llamamos por teléfono, o pedimos por Internet, y el producto está en nuestra casa. Y en este caso, a diferencia de lo que vimos con los restaurantes, menos nos importa si el vendedor tiene un pomposo local o no. Si el producto es el mismo, y la garantía está sujeta al fabricante, deja de cobrar importancia quién nos vende, o donde está. De hecho, recuerdo que una de las últimas compras de tecnología que hice tenía al vendedor en una ciudad bastante chica y a 200 kilómetros de distancia. Ni siquiera recuerdo el nombre del vendedor. Y acá es donde se abre la ventana para el vendedor chico.

 

Sin estructura, con un local ubicado en un lugar no tan glamoroso, puede almacenar mucha mercadería y vender a un costo bajo. Y en una crisis como la vivida por la pandemia, quien sobreviva a los meses de pandemia podrá ganar porción de mercado ya que muchas empresas, sobre todo las grandes, no podrán seguir adelante. De hecho me viene a la mente que una de esas 3 cadenas que comenté en el párrafo anterior está con serios problemas y con riesgo de quiebra.

 

Esto de hablar de David, no hace menos que recordarme mi propia historia y la suya también, de cómo este libro llegó a sus manos. Cuando publiqué mi primer libro, El Inversor de Bolsillo Argentino, lo hice como un hobbie. No tenía ningún tipo de expectativa de nada, mi único objetivo real era poder recuperar la inversión, salir hecho como se suele decir. La gran mayoría de distribuidoras, editoriales y grandes librerías me dieron la espalda. Como segundo paso, probé conseguir vendedores que se encargaran de colocarlo en librerías, lo ofrecieran al público, etc. Pensé que como hay muchas personas que necesitan trabajo o no consiguen llegar a fin de mes con el que tienen, un dinero extra no vendría mal. Nuevamente, resultados insatisfactorios. No logré vender uno solo por este medio. Por lo que me vi obligado a crear desde cero un nuevo emprendimiento dedicado a distribuir en primer lugar mis libros y otros productos. Y sentí que finalmente di en la tecla. Si bien con altibajos, la venta online fue manteniéndose en el tiempo y tuvo un pico en plena cuarentena. Por supuesto, mientras las librerías estaban cerradas y tenían que ver cómo se las arreglaban para potenciar la venta online, nosotros ya habíamos tomado impulso y corríamos con ventaja, aparte de la estructura pequeña. Nuevamente, hice honor a mi segundo nombre.

 

La pandemia de por sí no trajo grandes cambios, aceleró los que ya se venían dando. Las empresas que venden vehículos, las petroleras, los negocios con local a la calle, los shoppings, las cervecerías, los choferes…todos van a tener que ir pensando en un cambio global que puede hacer que se queden sin sus trabajos. Ya pasó con los videoclubs, los parripollos, los kioscos de diarios en papel y tantos otros. Está pasando ahora mismo con los cajeros de supermercados, reemplazados por máquinas de escanear para los clientes, o aplicaciones interactivas que detectan qué productos nos llevamos y simplemente nos lo cobran en nuestra tarjeta. El personal que cobra en las cabinas de peaje está siendo reemplazado por dispositivos automáticos (ofrecen descuento, lo pagamos con tarjeta sin tener que andar revolviendo en la guantera por monedas, y encima no perdemos tiempo). Personal de cobranzas en estaciones de tren o subte están siendo reemplazados por artefactos que nos cobran.

 

Todo esto parece negativo, y para quienes estén en estos rubros, lo es mucho más, y probablemente reclamen por leyes que los protejan. Pero lo cierto es que si por medio de la tecnología se pueden facilitar esas tareas…¿tiene sentido que un humano las siga haciendo? ¿No puede ese mismo humano capacitarse y tomar otra tarea? Muchos alertas sobre esta era de robotización, afirmando que muchas personas van a caer en la pobreza ya que perderán sus trabajos. Yo creo que va a depender de la capacidad de adaptación de la gente. Si alguien dice que porque toda su vida fue chofer no va a hacer otra cosa, está en problemas.

 

Por otra parte, habrá personas que sí se adapten. Tal vez se queden sin trabajo, y les resulte difícil encontrar otro. Pero tal vez recurran a ser autónomos, y ofrezcan sus servicios o productos por Internet, y de esa manera puedan mantenerse más que dignamente. Creo que en el futuro van a haber más “David” y menos “Goliat”, sobre todo los medianos…quedarán más los grandes, que por el uso de la tecnología podrían volverse grandes monopolios.

 

El desafío lo vamos a tener todos. Quienes aprovechen las ventajas de la tecnología, se capaciten, aprendan, y tal vez se reconviertan, van a poder salir adelante. No hay que asustarse por esto que estoy escribiendo…pero sí ocuparse y tratar de concientizar a otras personas acerca de estos cambios. Años atrás, sería imposible poder aprender de la Bolsa, poder operar si uno no iba físicamente o llamando por teléfono. Ahora desde nuestro sofá, con el celular, podemos hacer lo que queramos. Que todas estas advertencias le sirvan para poder invertir de manera eficiente, y elegir bien qué sectores apuntar.
 

 

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