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Inversión|31 de agosto de 2021

Haga patria, especule

Aquellas personas que hacen fortunas sin hacer realmente nada, especulando en la bolsa, destruyen puestos de trabajo. Esto es algo que sostienen muchos políticos y que gran parte de la población cree. ¿Pero es realmente así? ¿No existe una conexión entre los activos financieros y la economía real?

Por Matías Daghero

Agente Asesor Global de Inversión, Presidente de @closingbelladv

 

En Argentina, menos del 3% de la población invierte en acciones. Este número es bajísimo si lo comparamos con el 38,5% de norteamericanos que lo hacen o incluso si lo hacemos con el 28% de mexicanos.

 

Al tratarse de un grupo tan pequeño, resulta más que comprensible que quienes invierten en bolsa se vuelvan foco de ataques de los políticos en momentos que buscan captar votos.

 

Hace unos días, en pleno clima electoral, Sergio Massa apostaba a ese recurso político con las siguientes palabras:

 

 

 

Timba versus producción

Es muy común que en Argentina se critique a quienes apuestan a la “timba financiera” contrastando con quienes producen y trabajan.

 

Seguramente has escuchado comentarios al respecto en todo tipo de ámbitos.

 

Parece que la bolsa es un juego de azar que no tiene nada que ver con el crecimiento del país y que sólo hace ricos a unos pocos.

 

Pero…¿es esto cierto?

 

Cuando comparamos la evolución de “la economía real” con la de “la economía financiera” podremos notar que son las 2 caras de la misma moneda.

 

¿No me crees? Mirá el siguiente gráfico:

 

 

 

En él vemos representado a la “economía real” en el Producto Bruto Interno y a la “economía financiera” en el índice accionario S&P500. Como podrás ver el movimiento es muy similar.

 

¿Por qué se da esto? Es muy simple.

 

Si a una empresa le va bien, sus acciones tarde o temprano suben de precio. Si a muchas empresas les va bien, el índice accionario que las nuclea sube de precio. Pero también, si a muchas empresas les va bien, crece el Producto Bruto de ese país, por lo que la economía crece.

¿Para qué sirve la bolsa?

La bolsa, lejos de ser un juego de azar, es una herramienta por la cual las empresas pueden conseguir financiamiento. No existe país desarrollado que no tenga un mercado de capitales desarrollado.

 

Las empresas tienen dos mecanismos principales para financiarse en la bolsa: la emisión de deuda o la emisión de acciones.

 

A través de la emisión de deuda (obligaciones negociables, fideicomisos, pagaré, cheques de pago diferido, etc.) en el mercado, las empresas pueden conseguir tasas más bajas para sus proyectos de inversión y de expansión de sus actividades.

 

A su vez, con la emisión de acciones pueden conseguir socios que estén dispuestos a aportar capital, pero corriendo la misma suerte que el negocio. Esto se diferencia de la deuda, ya que en la deuda el inversor se asegura una tasa mientras que cuando invierte en acciones no tiene un retorno asegurado.

 

¿Y los trabajadores?

Hasta acá hablamos de la empresa y quienes invierten en sus acciones o bonos. Pero, ¿Qué pasa con los trabajadores? Parecería que quedan afuera de este mecanismo de creación de riqueza. Es que en nuestro país siempre se ha visto al empresario y al empleado como figuras antagónicas. Si uno gana el otro pierde. Sin entrar en un revisionismo histórico de los causales de este conflicto, en vista de los resultados pareciera que no nos ha hecho mucho bien.

 

En ese contexto, resulta sorprendente que el mayor esquema que permite la participación de los empleados en los resultados de las empresas puede encontrarse en la Bolsa. Más precisamente a través de la compra de acciones.

 

En varias empresas se ofrece a sus empleados la compra de acciones. En Estados Unidos es muy común que, para ejecutivos de alto rango, gran parte de su compensación está vinculada al pago en acciones. De esta manera se beneficia con el crecimiento de la compañía.

 

En Argentina, algunas empresas tecnológicas multinacionales tienen este tipo de esquemas con sus empleados.

 

Pero para tener acciones de una compañía no hace falta ser empleado de la misma. Uno puede ser accionista de cualquier empresa que cotice en bolsa.

 

De hecho, hay varios analistas que sostienen que gran parte del éxito en Occidente del capitalismo por sobre el socialismo se debió a que los empleados (el proletariado en términos de Marx) eran también capitalistas.

La posibilidad de comprar participaciones de empresas por menos de u$s 100 hace realidad el sueño de volverse “dueño” de una empresa con un muy bajo capital. Esto es una de las maravillas de la bolsa, porque previo al mercado de capitales sólo se beneficiaban de la riqueza de las empresas sus dueños, y había que tener montos muy grandes para poner una empresa.

 

A lo largo de los años, por el crecimiento del mercado sumado a la incorporación de tecnología, es posible invertir con montos muy bajos. Por darte algunos ejemplos, en Argentina podés invertir en empresas tan reconocidas como Coca Cola, Amazon y Microsoft con menos de $10.000.

 

Los empleados ganan dinero junto al crecimiento de los negocios de las empresas. Y el llamado a la “guerra de clases” también los hubiera perjudicado en sus bolsillos por la caída del precio de sus acciones.

 

Los especuladores ayudan al crecimiento de la economía

Para poder concretar sus planes de expansión las empresas necesitan de personas que estén dispuestas a financiarlas. Que en aras de conseguir un beneficio futuro estén dispuestas a compartir el riesgo del proyecto y del negocio. Podemos decir que se trata de especuladores ya que “especulan” con la obtención de un resultado futuro.

 

Pero si lo pensamos bien, ¿Acaso no somos todos especuladores?

 

Cualquier proyecto o actividad que emprendemos en nuestra vida es con la expectativa de conseguir un resultado que nos beneficiará.

 

Claramente, nadie va a hacer un esfuerzo para perjudicarse. Es que aquellos que trabajan en relación de dependencia no lo hacen por amor al arte ni por solidaridad con el empresario, lo hacen “especulando” con recibir su sueldo. Lo mismo corre para los que se desempeñan de manera independiente, “especulan” con cobrar luego sus honorarios. Y aquellos que ponen una empresa “especulan” con que van a obtener un capital mayor al que están poniendo en su negocio.

 

Por eso, la próxima vez que escuches a alguien decir la “especulación financiera” o la “timba financiera”, tené presente que se trata de inversores que están posibilitando a un emprendedor o empresario que expanda su negocio y en esa expansión genere más valor para la economía, más trabajo para las personas y más impuestos para el Estado.