El dólar y su cara B: cuando la matemática no alcanza

El Banco Central se enfrenta a un dilema: cada vez que vende dólares para contener la subida, el mercado lo interpreta como debilidad, no como fortaleza.

Por Sergio Candelo

Cofundador de Snoop Consulting

En julio de 2024, el dólar a $1.500 nos retrotrae a un escenario crítico similar al actual, pero agravado por una elección adversa que cambia sustancialmente las expectativas.

 

Las reservas del Banco Central, que oficialmente superan los USD 39.000 millones, son un espejismo. Esta cifra incluye swaps con China, oro, depósitos bancarios y otros compromisos. La realidad cruda se revela al observar las reservas netas, que son las que el BCRA puede usar para intervenir.

 

Según diversos análisis, estas reservas netas varían desde USD 12.800 millones negativos hasta, en el escenario más optimista, USD 7.000 millones positivos. Es como intentar apagar un incendio forestal con una manguera de jardín.

 

La reciente venta de más de USD 1.000 millones por parte del BCRA en las últimas tres ruedas para contener el dólar no fue un signo de fortaleza, sino de desesperación. El riesgo país, que se disparó a 1.516 puntos, lo interpretó de la misma manera.

 

La lógica argentina: comprar caro porque estará más caro

Aquí entra en juego la psicología argentina, que desafía cualquier manual de economía. Mientras que en el resto del mundo un aumento de precio reduce la demanda, en Argentina ocurre lo contrario: cuando el dólar sube, más gente corre a comprarlo.

 

En este país, "está caro" se traduce en "comprá rápido antes de que esté más caro". Esta conducta no es irracional, sino el resultado de una historia que nos ha enseñado que el dólar siempre tiende al alza.

 

Este "pánico preventivo" es una memoria colectiva grabada a fuego por el corralito, la hiperinflación y las confiscaciones. Los argentinos aprendimos que el peso no es una reserva de valor, y esa lección es imborrable.

 

Cada dólar vendido, una bala menos

El Banco Central se enfrenta a un dilema: cada vez que vende dólares para contener la subida, el mercado lo interpreta como debilidad, no como fortaleza.

 

Es como un jugador de póker que sube la apuesta para intimidar, pero cada ficha que pone en la mesa es una menos para el final de la partida. La primera vez impresiona, pero todos saben que la munición es limitada. Y los jugadores de esta partida son "viejos conocidos".

 

Con reservas netas, en el mejor de los casos, de USD 7.000 millones, y a un ritmo de venta de USD 678 millones por día, la munición duraría apenas dos semanas.

 

El experimento mental de noviembre

Imaginemos que estamos en noviembre de 2025, después de las elecciones. Hoy tenemos tres escenarios posibles, pero desde noviembre, solo uno se habrá concretado y nos parecerá obvio:

 

  • Si hay estabilidad: "Por supuesto, los números estaban bien".

     

  • Si explota todo: "Era obvio, con esa psicología del dólar...".

     

  • Si cambia el gobierno: "El desgaste era inevitable".

     

La trampa reside en que nuestras decisiones actuales determinarán cuál de estos futuros se materializa. Con una demanda de dólares que crece al subir el precio, cualquier pequeño impulso puede convertirse en un tobogán.

 

La batalla realmente importante

Los fundamentos económicos pueden ser sólidos, pero en Argentina la economía real no es una función de números, sino de narrativas.

 

El gobierno que logre ganarse la confianza de la gente será el que domine al dólar. Hasta entonces, los números dirán una cosa y los argentinos, guiados por la lógica de supervivencia que nos dan décadas de experiencia, seguirán actuando de otra manera.

 

No somos tontos. Somos expertos en leer entre líneas una historia que se repite. En Argentina, las expectativas no solo predicen el futuro, lo escriben en tiempo real.

 

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