La independencia del asesor patrimonial en tiempos de incertidumbre

En una región donde las reglas cambian con frecuencia, las familias que perduran son las que logran crear su propio marco de previsibilidad.

Por redacción

Hace 1 hora

En América Latina, los cambios políticos y económicos son permanentes. Los gobiernos modifican reglas, crean impuestos y alteran el valor de las monedas. En ese contexto, las familias y las empresas que desean cuidar su patrimonio necesitan una guía que no dependa de la coyuntura. Esa guía es el asesor patrimonial independiente: alguien capaz de mantener la calma cuando el entorno se sacude y de pensar estrategias que sobrevivan a los ciclos de euforia y crisis.

 

Su tarea no consiste en adivinar el rumbo de la economía, sino en diseñar estructuras que protejan los activos y garanticen continuidad, sin importar quién gobierne o cómo fluctúe el mercado. La independencia profesional es su principal activo. No responde a fanatismos políticos, ni a bancos, ni a modas financieras. Su compromiso es con los objetivos del cliente y con la estabilidad de largo plazo de la familia o la empresa.

 

En una región donde las reglas cambian con frecuencia, las familias que perduran son las que logran crear su propio marco de previsibilidad. Eso significa establecer reglas internas que no dependan del humor del país: cómo se toman las decisiones, cómo se reparten los recursos, cómo se resuelven los conflictos y cómo se incorpora a las nuevas generaciones. “Un asesor independiente puede guiar ese proceso, ayudando a transformar la herencia y el traspaso de mando en un proyecto ordenado y sostenible”, expresó Juan Cruz Acosta Güemes, director de la gerenciadora de patrimonios FDI.

 

La independencia también implica acompañar los relevos generacionales. Los mayores suelen querer conservar el control; los más jóvenes buscan innovar. El asesor actúa como mediador, traductor y constructor de acuerdos. Su rol no termina con la creación de un fideicomiso o una sociedad, sino que continúa en el mantenimiento de las reglas y en la adaptación de los pactos a medida que la familia evoluciona.

 

Ser independiente exige coraje. En tiempos de bonanza, el asesor recuerda los límites; en las crisis, ofrece serenidad. Su valor radica en sostener un mensaje coherente, sin dejarse llevar por la corriente.

 

Hemos comprobado en nuestros años de experiencia que la independencia no es distancia emocional sino compromiso con una visión: que el patrimonio debe servir a las personas y no al revés. En América Latina, donde lo único constante es el cambio, esa independencia se vuelve esencial para asegurar que las familias conserven su legado más allá de las turbulencias del entorno”, concluyó Acosta Güemes.

 

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