Argentina y una posible flotación cambiaria

La flotación administrada puede ser una herramienta útil, pero su éxito dependerá más de la credibilidad del gobierno y de las políticas que lo acompañen, que del mecanismo en sí mismo.

Por Agustín Bilinskis

Regional Manager Latam de VT Markets

 

Si Argentina decidiera pasar a un esquema de flotación administrada del tipo de cambio, el impacto dependería de varios factores.

 

En principio, la medida permitiría que el dólar oficial se mueva con cierta flexibilidad, sin desbordes abruptos, pero con intervenciones del Banco Central para evitar volatilidades extremas.

 


Ahora, ¿Qué significaría esto en la práctica? Bueno, por un lado, si se hace bien, podría ayudar a contener la inflación en el mediano plazo, porque evitaría saltos bruscos en el dólar que impacten directamente en los precios.

 

Sin embargo, el riesgo está en que la inercia inflacionaria en Argentina es fuerte, y si el mercado percibe que el gobierno sigue sin controlar el gasto o no tiene un plan monetario sólido, la flotación administrada podría terminar siendo solo un escalón más en una devaluación constante.

 


También hay que considerar la reacción de la gente y de los mercados. Si el gobierno logra generar confianza y estabilidad, podría reducirse la brecha cambiaria con los dólares paralelos, lo que aliviaría un poco la presión en la economía.

 

Pero si la medida no está acompañada de señales claras de disciplina fiscal, el mercado puede interpretar que esto es solo un intento de retrasar una devaluación inevitable, lo que aumentaría la incertidumbre.

 


En lo social y político, cualquier movimiento en el tipo de cambio impacta en el bolsillo de la gente. Un dólar más flexible podría hacer que las exportaciones ganen competitividad, pero también encarecer productos importados, lo que afecta a la clase media y baja, sobre todo en bienes esenciales y tecnología.

 

En un país donde el humor social es volátil y donde la inflación ya viene golpeando fuerte, cualquier ajuste cambiario puede generar malestar y tensiones.

 

Por último, está el tema de la deuda y la mirada de los inversores. Si la medida se percibe como parte de un programa económico más amplio y coherente, puede ayudar a mejorar la confianza y hasta facilitar la negociación de deuda en dólares. Pero si se ve como un manotazo de ahogado sin un plan detrás, el riesgo país podría dispararse y complicar aún más la situación financiera.

 


En definitiva, la flotación administrada puede ser una herramienta útil, pero su éxito dependerá más de la credibilidad del gobierno y de las políticas que lo acompañen, que del mecanismo en sí mismo.
 

 

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