El resurgir del petróleo | Dolarhoy.com
Petróleo|12 de marzo de 2021

El resurgir del petróleo

Por Maximiliano Suárez

Asesor Financiero de Bull Market Securities

 

Sin lugar a dudas, las estrellas bursátiles del 2020 fueron las compañías de tecnología, que lograron aprovechar las múltiples cuarentenas para potenciar sus negocios a nivel mundial. El caso emblemático fue el de Zoom, una empresa de telecomunicaciones californiana casi desconocida hasta el momento, que hoy se ha convertido en un elemento más en la rutina de cientos de millones de personas alrededor del mundo, logrando quintuplicar su valor en apenas unos pocos meses.

 

Sin embargo, a medida que la vacunación avanza y las actividades comienzan a volver a la normalidad en la mayoría de los países, el mercado comienza a rotar sus intereses hacia sectores más tradicionales que quedaron postergados durante el año pasado. Si bien aún es muy pronto para dilucidar que empresas o segmentos serán los que ocupen el centro de la escena del 2021, en las últimas semanas destacó la suba del petróleo, así como de varias de las compañías del sector, una tendencia iniciada en el cuarto trimestre del año anterior, una vez culminadas las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

 

La semana pasada, el barril de petróleo se disparó a máximos del último año ante la noticia de que la OPEP no levantará los recortes de producción en el futuro cercano, contrariamente a las expectativas del mercado. La rigidez de oferta se reflejó de inmediato en los mercados de futuros. El margen positivo en los contratos del Brent (barril de referencia en Europa) se amplió para los tramos más cortos, poniendo la curva en backwardation, una estructura alcista donde los precios de fecha cercana son más altos que los de fecha posterior.

 

Otra medida observada de cerca en el mercado de opciones de petróleo, la asimetría estadística del WTI (barril de referencia americano) sobre el contrato más cercano, se volvió positiva el viernes por primera vez en más de un año, lo que indica que los operadores están dispuestos a pagar más por protección contra el aumento de los precios del crudo.

 

Las cuotas de producción actuales provienen aun del histórico acuerdo alcanzado en 2016 para reducir la oferta y estabilizar la caída mundial de los precios del crudo. Y si bien el plan de la OPEP funcionó en un primer momento, no fue todo color de rosas para el cártel petrolero. Al mismo tiempo que los precios internacionales se recuperaban, la producción de shale (petróleo no convencional) de EE. UU. se disparó bajo el mandato del expresidente Donald Trump, alcanzando un récord de 13,1 millones de barriles por día en febrero de 2020.

 

Pero cuando parecía que estaba todo listo para desbancar el largo reinado de la OPEP, las cuarentenas y restricciones implementadas a nivel global por el coronavirus recortaron la demanda de petróleo en todo el mundo, provocando el desmoronamiento de los precios, los cuales llegaron incluso a cotizar negativos en los mercados de futuros durante abril de 2020. Esto puso fin al fuerte crecimiento que la industria del shale en EE. UU. había logrado a partir de las políticas de incentivos de Trump y de los recortes de producción de la OPEP. 

 

Hoy la producción de petróleo de EE. UU. ha retrocedido a niveles de 2017, previo al despegue explosivo de la industria, y numerosas empresas de shale se declararon en quiebra, o tienen una situación financiera comprometida, por lo que el aumento de los precios internacionales es una bocanada de aire fresco para un sector que agoniza. Sin embargo, es poco probable que el aumento de los precios del petróleo devuelva la producción de crudo estadounidense a los niveles previos a la pandemia, ya que esta vez la historia pareciera ser diferente a la de 2016. 

 

Paradójicamente, al tiempo que los precios se recuperan, las compañías petroleras estadounidenses sufren una presión cada vez mayor para mantener baja su producción: se trata de una especie de “cartelización shale”, es decir, entrar en el juego de la OPEP de controlar las cuotas en lugar de competir abiertamente. Sin embargo, a diferencia de la OPEP, no es el jefe de Estado americano quien propone esta estrategia, ya que la producción de crudo estadounidense está mayormente en manos privadas, sino que son los propios inversores quienes están presionando para que las empresas bombeen menos petróleo.

 

Durante la última década, la revolución del fracking hizo que la producción de petróleo de Estados Unidos se disparara. Los inversores derramaron entonces grandes sumas de dinero en la industria petrolera, incluso después de que los precios se desplomaran en 2014, rescatando a empresas al borde de la bancarrota con la esperanza de que un repunte de precios las devuelva a la solvencia y, por ende, retribuya sus inversiones con creces.

 

Sin embargo, lejos de ello, las compañías tomaron ese dinero y se pusieron a perforar, a un ritmo nunca antes visto. Esto tuvo el efecto inmediato de contener la recuperación de los precios, atentando contra la rentabilidad de los propios productores que impulsaban el crecimiento de la oferta con los fondos frescos provenientes de Wall Street. La ausencia de coordinación entre empresas hacía que, en cuanto ganasen algo de dinero, lo volcaran inmediatamente en más perforaciones, en lugar de distribuir ganancias y retribuir al inversor.

 

Eso hizo que muchas empresas siguieran estando sobrecargadas, endeudadas y con dificultades, pese al auxilio financiero recibido y a la mejora de los precios. Y eso fue antes de que la pandemia irrumpiera. El súbito desmoronamiento de los precios volvió a poner en jaque a la mayoría de las compañías del sector y dejó una dura lección para el shale: las épocas de abundancia sirven para prepararse para las de escasez.

 

Ante el repunte de los precios internacionales, los ejecutivos de las principales compañías se comprometieron ahora a mantener estrategias defensivas, y focalizar más en los dividendos que en la expansión de la producción, aunque a medida que los precios continúan subiendo, es posible que algunos de ellos se vean tentados a embarcarse en nuevos proyectos, en detrimento de las distribuciones de beneficios.

 

Esto reforzaría la idea de Arabia Saudita de que esta vez los precios más altos no conducirán a un gran aumento en la producción de sus competidores americanos. De hecho, el ministro de Energía de Arabia Saudita, el príncipe Abdulaziz Bin Salman, declaró recientemente que las perforaciones se han ido para siempre, en claro alusión a los perforadores de shale estadounidenses.

 

Además, la estrategia encomendada por los saudíes a la OPEP, cuenta con un aliado impensado en la Casa Blanca. Apenas asumió el cargo, el presidente Joe Biden tomó una serie de medidas para deshacer los esfuerzos de Donald Trump para "apuntalar los combustibles fósiles". En enero, el presidente impuso una suspensión de 60 días de nuevos permisos de perforación y arrendamiento de petróleo y gas en tierras federales, lo cual si bien permite continuar operando los pozos ya existentes, constituye un obstáculo para la ampliación de las capacidades productivas a largo plazo.

 

Por lo pronto, todo parece indicar que la suba de los precios será más sólida y duradera que la iniciada en 2016, pero al igual que en aquel momento, vale la pena tomar nota de los riesgos que asoman en el horizonte. Uno de los más tangibles, es claramente el viraje hacia la decarbonización de la economía y el reemplazo de los combustibles fósiles por energías verdes o renovables. No en vano Tesla, pionero en la fabricación de autos eléctricos, logró el año pasado alcanzar una capitalización bursátil similar a la de los nueve mayores productores de automóviles convencionales, ¡combinados! La valuación puede, ciertamente, ser exagerada, pero sin dudas indica que la industria de las energías limpias no puede ser tomada a la ligera.

 

Otra variable a tener en cuenta, son las decisiones de política monetaria que pueda llegar a tomar la Reserva Federal. El repunte del petróleo este año intensificará el debate sobre un posible resurgimiento de la inflación y complicará la tarea que enfrenta la FED en su apoyo a la recuperación de Estados Unidos. El mercado de Bonos del Tesoro ya está evidenciando que se esperan aumentos de precios más pronto de lo que inicialmente se pensaba, con los rendimientos del tramo largo aumentando rápidamente. Si la FED decidiese llevar adelante una política monetaria menos expansiva, eso podría dañar la demanda de petróleo, y los precios de los commodities en general.

 

Adicionalmente, de continuar escalando, el aumento de los precios del petróleo podría llevar a un resurgimiento de las tensiones dentro de la OPEP, ya que algunos miembros querrán bombear más para aliviar la presión sobre las economías en recuperación, desafiando así la postura de Arabia Saudita, hoy imperante en el cártel. A su vez, China e India, los principales importadores, también ejercerán sus presiones para que la alianza cambie de rumbo en su próxima reunión.

 

Sin embargo, más allá de estas amenazas, el panorama de corto plazo parece beneficiar al sector. Habrá que ver si el impulso se utiliza para mitigar los riesgos del futuro, o si nos embarcaremos nuevamente en una guerra sin cuartel. Mientras tanto, quienes se atrevieron a apostar de por el “oro negro” cuando todos se apresuraban por enterrarlo, se regodean: no está muerto quien pelea.

 

*Disclaimer legal: Tenga en cuenta que existen riesgos asociados con la inversión en valores, incluida la posible pérdida de capital, de conformidad con la Norma FINRA 2210 (d)(1)(A)