El fracaso como herramienta: Estrategias para triunfar en los negocios | Dolarhoy.com
Finanzas personales|12 de diciembre de 2023

El fracaso como herramienta: Estrategias para triunfar en los negocios

Emprender una empresa, un negocio, incluso hasta una pareja, si cabe el término, siempre pone en la ecuación la posibilidad del fracaso. Y en los mil y un intentos de los perseverantes, se puede conseguir fracasar con éxito. 

Por Maxi Taus


 

“Resultado adverso de una empresa o negocio”, dice la Real Academia Española que es el significado de la palabra “fracaso” mientras que, desde la otra mirada, la opuesta, sostiene que el éxito es el “resultado feliz” de un emprendimiento. “Buena aceptación que tiene algo o alguien”, agrega. 

 

La mirada sobre éxito y fracaso no es única: mientras algunos sostienen que solo fracasando se puede llegar al éxito, hay una contraparte que asegura que eso es un mito, que el fracaso no es la clave del éxito. 

“Tanto el éxito como el fracaso son dos conceptos absolutamente subjetivos y lo que es éxito o fracaso para uno puede no serlo para mí y viceversa. Ahora bien, mucho de lo que hacemos repercute en nuestra imagen pública, en nuestra reputación. Podemos lidiar con el éxito, claro, pero en el con el fracaso hay un impacto bastante fuerte, y por eso nos da vergüenza y tratamos de ocultarlo cuando sucede”, dice Hernán Schuster, creador de Spiquers, una plataforma de conferencistas que ayuda a empresas a contratar “rockstars de la palabra” y autor de Cómo fracasar con absoluto, rotundo y total éxito. 

 

Una de las más grandes estrellas deportivas de los Estados Unidos, el ex basquetbolista multicampeón con Chicago Bulls, Michael Jordan, suele contar que en su carrera falló “más de 9.000 tiros” y perdió “más de 300 partidos”. “En 26 ocasiones me confiaron el tiro ganador y fallé. He fallado una y otra y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito", suele decir Big Mike. 

 

Para Schuster, la mirada ajena “juega un rol muy importante”. “Como ejemplo, basta tomar lo que se cuenta en las redes sociales: no es la verdad, es una realidad bastante parcializada que se quiere mostrar. Y detrás de una foto linda en redes hay diez, veinte que salieron mal y no se suben, entonces subimos la mejor de los mil intentos”.  

 

En ese sentido, para el autor, “nadie postea una foto en cuero un sábado a la noche comiendo arroz de una olla y mirando a Mirtha. No es sexy, no está bueno… Nos gusta mostrarnos exitosos, nos gusta asociarnos, pegarnos y relacionarnos con gente exitosa y no con gente a la que le va mal y consideramos fracasada”. 

 

Del otro lado 

Así como la mitad de la biblioteca considera que el fracaso es el padre del éxito, la otra mitad asegura que no, que no es necesario fracasar, ni total ni rotundamente, para conocer las mieles de la popularidad. 

 

“El fracaso se dice de muchas maneras”, aseguraba Aristóteles y en la sociedad moderna, esa frase aparece como a medida. “Todas las narrativas, tanto de éxito como de fracaso, se construyen en ‘post’, o sea, hacia atrás, cuando ya pasaron. Generalmente los intentos exitosos nos los solemos atribuir a nosotros mismos y a lo bien preparados que estamos mientras que a los fracasos, la mayoría de la gente suele atribuirlos a otros factores, en general a factores externos”, dice Hernán Shuster. 

 

Entonces, cuando a alguien le va mal en un negocio, o es el Gobierno o es la inflación o es que el cliente no sabe o no entiende. Cuesta entender que es la persona la que ayuda a que el fracaso se concrete. 

 

Sin embargo, en esa mirada despojada de objetividad ante el fracaso propio, se suelen cargar las tintas sobre la caída del ajeno. “Somos rapidísimos para detectar el fracaso en los otros. Nos encanta ver cuando el otro se equivoca, cuando la caga”, asegura el conferencista.  

 

¿Y qué pasa con el éxito? ¿Hasta dónde se puede minimizar el éxito ajeno para evitar sentir un fracaso propio? En general, las personas suelen medir en términos de competencia el éxito y el fracaso.  

 

Según el ex presidente norteamericano Theodore Roosevelt, la comparación es el ladrón de la felicidad. Y al compararse con otras personas, se genera un sentimiento de inferioridad o de superioridad que puede perjudicar el estado anímico, aumentar el ego o-por el contrario- reducir la autoconfianza. 

 

“Tanto el fracaso como el éxito son conceptos subjetivos, Y muchas veces lo que lo que nos pasa es que pensamos que el resto de la gente no se equivoca, no fracasa, ¿por qué no lo muestran, no lo cuentan? Pero es mentira, fracasamos todos, fracasamos mucho y fracasamos muy seguido”, dice Hernán Schuster. “Si nadie lo cuenta y a nosotros nos pasa, vamos a pensar que somos los únicos idiotas que estamos fracasando y que todo el resto la va bárbaro. Esto es fuente de angustia, de sufrimiento, de dolor”, completa. 

 

Ahí, entonces, aparece el efecto nocivo de la comparación. 

 

¿En cuánto tiene que ver la autoestima para lograr algo? “Creo que somos las historias que nos contamos y cuanto más sólida esté construida nuestra autoestima, menos va a impactar cuando algo salga mal”, asegura Schuster, que siempre busca quitarle la mala prensa al fracaso y usarlo a favor del emprendedor 

 

La psicóloga Carol Dweck define para las personas dos tipos de mentalidades: la de crecimiento y la mentalidad fija. 

 

La fija es la que privilegia las habilidades innatas, la que sostiene que las habilidades son innatas y que no se pueden cambiar, que no se pueden mejorar. En una mentalidad fija el fracaso va a ser definitivo. En una mentalidad de crecimiento, por el otro lado, las habilidades y la inteligencia se pueden desarrollar, impulsa a las personas a aprender. “En ese tipo de mentalidades el fracaso va a ser visto como una oportunidad para hacer las cosas de manera más asertiva, de mejor manera, la próxima vez que intentemos”, concluye Hernán Schuster.